Leemos a Apollinaire. BORGES: “Es muy casual. Llevado por la rima puede tomar para cualquier rumbo. En sus mejores momentos está muy bien: en "La jolie rousse", en "Cors de chasse" hay versos que uno quisiera repetir. En Neruda no hay versos que uno quisiera repetir. Además, si uno lee a Apollinaire, tiene la impresión de que, por momentos al menos, siente lo que dice y lo dice porque quiere. Neruda no ha de recordar sus propios poemas. Nadie puede recordarlos, y si alguien se los leyera y salteara un verso, Neruda no se daría cuenta... Apollinaire puede ser sentimental. Los franceses no temen ser sentimentales, y lo hacen bien. Escribe sus versos con un poco de descuido, por momentos como si no le importaran mucho. Eso está bien. Los argentinos (y sudamericanos) que lo imitan son más secos: los poemas les resultan muertos. Apollinaire es un poeta que uno puede admirar, pero no respetar mucho”. BIOY: “Y hasta querer un poco”. BORGES: “Neruda cambia de estilo y de tono en un poema, sin darse cuenta. Es un bruto. Empieza bien el poema sobre Walt Whitman porque sin duda le quedó en el oído el ritmo de versos de Whitman que estaría leyendo, pero después llega al disparate y de pronto se le llena de negros el poema, que se convierte en otro: en un poema contra los Estados Unidos. Es un discípulo de Lorca, mucho peor que Lorca. El mejor Lorca es el que escribe poemas andaluces y gitanos. Cuando creyó que podía escribir de todo, cuando escribió los versos libres de Poeta en Nueva York, escribió poemas horribles. Estos poetas, en cierto modo, son muy hábiles. No se les puede acusar de insensatos, porque están jugando a ser insensatos. De todos modos, una barba con mariposas o una barba marinera son ridiculeces bastante feas”. BIOY: “Neruda gusta porque a veces es cursi sin asco. Gusta a gente a quien gusta Pedro Miguel (que es mucho mejor), pero que sabe que Pedro Miguel está desacreditado. Aquí pueden abandonarse al placer de la cursilería, porque viene entre modernidades feas y concretas, que les garante que el poeta no es cursi, sino moderno”. BORGES: “Pero, ¿cómo les gusta? Esa gente ¿nunca leyó un buen poema de Bécquer? ¿Ignora el placer que da un buen poema? Yo creo que Neruda está por debajo de Molinari. Siquiera Molinari es un poco misterioso”. BIOY: “Octavio Paz, con dolor en el alma, condenaba en Neruda al hombre y admiraba al poeta. Estaba muy apenado”.
Leemos poemas de Neruda y de Paz. Los de Paz, no libres de fealdades y estupideces, parecen mejores. BORGES: “En la "Oda a Lorca", Neruda hacia el final habla de su melancolía de hombre varonil. Está escribiendo sobre un manflora y que no vayan a confundirlo: qué miseria. Incomparablemente mejor es el poema de Machado sobre la muerte de Lorca: tiene inspiración. Yo le decía a Amorim que el poema de Martínez Estrada sobre Whitman era mejor que el de Neruda. "¿Cómo vas a comparar —me preguntaba— a ese viejo confuso con un gran poeta?" Yo le decía: "Olvidate de Martínez Estrada, olvidate de Neruda: leé los poemas, compará los poemas". El pobre Amorim no tuvo suerte. Era muy cordial, muy amigo de todos, pero no creo que Neruda ni nadie lo recuerde...”.
ADOLFO BIOY CASARES, Borges, Destino, Barcelona, 2006, págs. 893-895.