Camus sobre Mauriac


Mauriac. Prueba admirable del poder de su religión: llega a la caridad sin pasar por la generosidad. Hace mal remitiéndome sin cesar a la angustia de Cristo. Me parece que lo respeto yo más que él, puesto que jamás me creí autorizado a exponer el suplicio de mi salvador, dos veces por semana, en la primera página de un periódico para banqueros. Él se dice "escritor temperamental". En efecto. Pero en su temperamento hay una disposición invencible a utilizar la cruz como un arma de tiro. Lo cual lo convierte en un periodista de primer orden y en un escritor de segunda. El Dostoyevski de la Gironda.

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La idea que yo me hago de la vulgaridad, se la debo a unos cuantos grandes burgueses, orgullosos de su cultura y de sus privilegios, como Mauriac, desde el instante en que dan el espectáculo de su vanidad herida. Tratan entonces de herir al mismo nivel en que ellos lo fueron y descubren, al mismo tiempo, la altura exacta en que viven, en realidad. La virtud de la humildad, por primera vez, triunfa entonces en ellos. Son pobretones, en efecto, pero en maldad.


ALBERT CAMUS, Carnets, 3 (Marzo de 1951 - Diciembre de 1959), Obras 5, Alianza Tres, Madrid, 1996, edición de José María Guelbenzu, págs. 212-213 y 214.