Su arte [el de Hesse] es un hurgar libidinoso y neurasténico en la belleza, es una sirena seductora sobre humeantes tumbas alemanas que aún no se han cerrado. Odiamos a esos poetas, por muy maduro que sea su arte, que quieren convertir a los hombres en mujeres, que nos trivializan y nos quieren internacionalizar y convertir en pacifistas. Somos alemanes y queremos serlo eternamente. Somos los discípulos de Schiller, Fichte, Kant, Beethoven y Richard Wagner –sí, diez veces Richard Wagner, cuyo ardor clamoroso amaremos eternamente. Tenemos derecho a exigir que nuestros poetas alemanes (si están afrancesados ¡que se vayan al diablo!) despierten a nuestro pueblo adormecido, que le conduzcan de nuevo a los sagrados jardines del idealismo alemán, de la fe y la lealtad alemanas.
CARTAS DE ESTUDIANTES ALEMANES, recogido por Herman Hesse en Obstinación: escritos autobiográficos, Alianza Editorial, Madrid, 2004, traducción de Anton Dietrich, pág. 149.