No me gustaron las "Fábulas" de La Fontaine. Las leí primero en una traducción al inglés y las disfruté solo con desgana. Más tarde volví a leer el libro en francés y descubrí que, a pesar de las vívidas imágenes y el maravilloso dominio del lenguaje, no me gustó más. No sé por qué, pero las historias en las que se hace que los animales hablen y actúen como seres humanos nunca me han llamado mucho la atención. Las ridículas caricaturas de los animales me ocupan la mente, excluyendo la moraleja.
Por otra parte, La Fontaine rara vez, o nunca, apela a nuestro sentido moral más elevado. Las cuerdas más elevadas que toca son las de la razón y el amor propio. En todas las fábulas se respira la idea de que la moralidad humana surge enteramente del amor propio, y que si este amor propio es dirigido y controlado por la razón, la felicidad inevitablemente surgirá. Ahora bien, hasta donde puedo juzgar, el amor propio es la raíz de todo mal; pero, por supuesto, puedo estar equivocada, pues La Fontaine tuvo más oportunidades de observar a los hombres de las que probablemente yo tendré jamás. No me opongo tanto a las fábulas cínicas y satíricas como a aquellas en las que monos y zorros enseñan verdades trascendentales.
HELEN KELLER, The Story of My Life, Project Gutenberg, noviembre de 2000, traducción de Google Translate + Mary Crónica.