Breton fue un tartamudo y lo confundió todo: la desesperación y el dolor al hígado, la Biblia y los Cantos de Maldoror, Dios y Dios, la tinta y la mesa, las barricas y el diván de Madame Sabatier, el marqués de Sade y Jean Lorrain, la Revolución Rusa y la revolución superrealista… Mayordomo lírico, distribuyó diplomas a los enamorados que versificaban y, en los días de indulgencia, a los principiantes en desesperación.
JACQUES PRÉVERT, fragmento de Un cadáver, recogido por César Vallejo en Autopsia del surrealismo e incluido en El arte y la revolución, Obras Completas, Tomo Segundo, Mosca Azul Editores, Lima, 1973, pág. 78.