El contenido de la obra: cuanto más importante sea el contenido, es decir, cuanto más importante sea para la vida de los seres humanos, mayor será esa obra.
La belleza externa lograda por los métodos técnicos propios de cada género particular de arte. Así, en el arte dramático el método técnico deberá ser: que los caracteres tengan por sí mismos una singularidad real; que el desarrollo de los acontecimientos sea natural y al mismo tiempo emocionante; que la presentación en el escenario de la manifestación externa y la transformación de los sentimientos sea correcta; y que haya sentido de la medida en todo lo que es representado.
Sinceridad, es decir, que el autor sienta él mismo vivamente aquello de lo que habla. Sin este requisito no puede existir una obra de arte, siempre que la sustancia del arte consiste en que el espectador de la obra quede inficionado por el sentimiento del autor. Si el autor no ha sentido aquello de lo que está hablando, el receptor no puede resultar inficionado por la emoción del autor, no experimentará ninguna emoción, y el producto no podrá ser clasificado como una obra de arte.
El contenido de los dramas de Shakespeare, tal como se percibe en las explicaciones de sus mayores admiradores, es la más baja y vulgar concepción de la vida, que considera la elevación externa de los grandes de la tierra como la genuina superioridad; a costa de la multitud, es decir, de las clases trabajadoras; y que repudia no solo los esfuerzos procedentes de la religión, sino también los de cualquier humanitarismo por alterar el orden social existente.
El segundo requisito está también ausente en Shakespeare, a excepción de su manejo con las escenas en las que se expresa la transformación de los sentimientos. En sus obras hay ausencia de naturalidad en las situaciones, los caracteres carecen de una dicción propia y se echa en falta también el sentido de la proporción, sin el cual una producción no puede ser considerada artística.
La tercera y principal condición —la sinceridad— está completamente ausente en todas las obras de Shakespeare. Uno ve en todas ellas una artificialidad buscada; es manifiesto que él no compone en serio sino que está jugando con las palabras.
LEÓN TOLSTÓI, fragmento de Shakespeare y el drama (1906), publicado en Nueva Revista de la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja), Junio de 2005, Nº 99, traducción de Rafael Llano. Todo el artículo AQUÍ