“Como el burro de las norias árabes, giro y giro, ciegamente y marchando sin cesar sobre mis huellas. Pero no saco agua fresca.” Hay poco que añadir a esta confesión que firmaba Montherlant en 1927. El agua fresca nunca brotó. Quizá Montherlant hubiera debido encender la hoguera de Peregrinus: era la solución más lógica. Prefirió refugiarse en su propio culto. En lugar de entregarse a este mundo que no sabía fertilizar, se contentó con mirarse en él; y ordenó su vida en función del interés de este espejismo visible solo para sus ojos. “Los príncipes se sienten cómodos en cualquier circunstancia, incluso en la derrota”, escribió, y porque se complace en la derrota, se cree rey. Ha aprendido de Nietzsche que “la mujer es el entretenimiento del héroe” y cree que basta con entretenerse con mujeres para ser consagrado héroe. Y el resto por el estilo. Como dice Costals: “En el fondo, ¡menuda risa!”
SIMONE DE BEAUVOIR, El segundo sexo, Vol. I: Los hechos y los mitos, Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, traducción de Alicia Martorell