En “Los miserables”, ¡qué cantidad de necios hay, comenzando por Mario, que es un perfecto mentecato! No hay una persona en esa novela que tenga sentido común. Todos son comiquillos que quieren probar que son genios, pero que no hacen más que estupideces.
Lo mismo pasa en “El hombre que ríe” y en “El noventa y tres”. Aquí, el Marqués de Lautenac, que manda fusilar mujeres y niños, se deja luego prender para salvar a tres niños de un incendio; Cimourdain, su antiguo capellán, jefe de los revolucionarios, lo detiene y lo condena a muerte. El sobrino de Lautenac, el comandante Gauvain, que desdeña a su tío, le abre la cárcel y lo deja libre. Cimourdain, que quiere a Gauvain como a un hijo, lo condena a la guillotina, y aunque los soldados piden su indulto y parece concederlo, él no lo concede, y cuando cortan la cabeza al comandante, Cimourdain se pega un tiro. No pueden darse mayores absurdos.
PÍO BAROJA, fragmento de Elogio y vejamen de Balzac, recogido en Desde el exilio, Caro Raggio, Madrid, 1999, vía edición digital en Lectulandia, pág. 22.