Se muere Salinger. Los medios le dedican más páginas que a Francisco Ayala y Benedetti juntos. Cualquiera de los dos autores ha escrito más y mejor que Salinger. Esta afirmación puede ser discutible. Pero es que, además, han escrito en mi lengua.
Me sorprende mucho leer en un diario de difusión nacional que "Salinger, harto de editores, críticos y medios de comunicación decidió que quería seguir siendo un escritor al que la gente conoce por sus obras y punto". Y que por eso se retiró a un pueblecito. Si yo pudiera vivir sólo de mis libros, sin necesidad de promocionarlos, también me retiraría a una casita en Mundaka, pero eso sólo les sucede a los escritores yankis, que pueden no sólo vender en un país de 300 millones de habitantes, sino contar con una inmensa maquinaria promocional -imperialismo cultural se llama- que permite que se te traduzca de forma casi inmediata en medio mundo y que cuando te mueras tu necrológica supere en extensión a la de cualquier escritor local, pese a que en EE UU prácticamente no se publiquen ni se traduzcan las obras de autores extranjeros. Salinger podía permitirse tan retirada vida porque era millonario. Ayala no. Ya de paso, si nos atenemos a las memorias de su primera mujer, su amante y su hija-coinciden las tres en lo esencial- descubrimos que tenía un carácter neurótico, violento a veces, con muchos problemas de relación. Cierro con el título de mi novela, y de paso me hago promoción. Ha quedado demostrado una vez más: lo verdadero es un momento de lo falso.
LUCÍA ETXEBARRÍA, Verdades a medias, ADN.es Opinión, 15 de febrero de 2010.