Safranski sobre Nietzsche


Por lo que se refiere a este Romanticismo de la vida dionisiaca que culmina en Nietzsche, el reproche puede formularse así: este filósofo denigró el espíritu hasta convertirlo en una mera función de la vida, y redujo el conocimiento a ciertas verdades que son sólo ficciones útiles para la vida. Ahora bien, en cuanto desaparece la verdad, se rompen los fundamentos de la moral social. Queda la lógica salvaje de la autoafirmación y el ideal de la desinhibida autorrealización de la vida fuerte a expensas de la débil. Por tanto, este tipo de vitalismo creó un presupuesto intelectual para una moral sin escrúpulos que terminó dando vía libre a la liquidación de la vida que no merece vivir, tal como se llegará a afirmar.

De hecho, en los escritos tardíos de Nietzsche se encuentran ideas que sugieren algo semejante. Por ejemplo, cuando al final de Ecce homo comprime todas sus objeciones contra la moral cristiana en el reproche de que el cristianismo estableció como valor supremo la «despersonalización y el amor al prójimo», y con ello creó la «moral de decadencia por excelencia» para la historia de la especie. Frente a este «partido de todo lo débil, enfermo y malogrado», tiene que entrar finalmente en escena un «partido de la vida», que «tome en sus manos la más grande de todas las tareas, la de un cultivo superior de la humanidad, con la inclusión de una liquidación despiadada de todos los degenerados y parásitos». 

Es significativo que tales manifestaciones de Nietzsche se encuentren allí donde el punto de vista estético del incremento de la vida individual, que en general predomina, es sustituido por una perspectiva biológica; o sea, allí donde él ya no da continuidad a una tradición romántica, sino que cae bajo el influjo del biologismo y de un darwinismo social. En Nietzsche llega a su punto álgido la disputa entre el Romanticismo y el biologismo de su época, que nada tiene de romántico. Y esta atmósfera de pensamiento, el de las ciencias naturales vulgarizadas, es el medio donde se incuban los monstruos del racismo, el cultivo de la raza pura de los germanos, la liquidación de la vida que no merece vivir y un antisemitismo asesino, que ve a los judíos como bacilos y exige su asesinato como medida sanitaria.


RÜDIGER SAFRANSKI, Romanticismo: Una odisea del espíritu alemán, Tusquets Editores, Barcelona, 2012, traducción de Raúl Gabás, págs. 322 y 323.