Por desgracia, la inteligencia de la señorita Sontag es todavía mayor que su talento. No puede hacer aquello que debería, o al menos no lo ha hecho en "Estuche de muerte", una obra que no está del todo estructurada, ni siquiera de un modo aproximado. Y lo que es peor, mientras los préstamos literarios oscurecen por completo su propio talento natural, las actitudes que adopta no hacen más que confundir y molestar, lo que trae a la memoria la amarga queja de Gide acerca de que "no hay nada más insoportable que esos escritores que adoptan un tono y un estilo que no es el suyo". En la primera parte de "Estuche de muerte", la señorita Sontag utiliza a la buena de Dios a otros escritores, del mismo modo que ciertas tribus ingieren partes de sus enemigos con la esperanza de adquirir, por arte de magia, las virtudes y poderes de los nobles finados. No cabe duda de que los miembros de la tribu obtienen una gran fuerza psicológica gracias a su canibalismo, pero en literatura, solo escritores de la talla de Goethe y Eliot pueden alimentarse promiscua y descaradamente de las obras de otros hombres y adquirir fuerza. Aun así, el final de la novela de la señorita Sontag denota que, una vez se haya liberado de la literatura, tendrá la energía necesaria para crearla, y no hay muchos escritores norteamericanos de los que quepa decir eso.
GORE VIDAL, fragmento de "La nueva novela de la señorita Sontag", publicado originalmente el 10 de septiembre de 1967 en Book World, recogido en Ensayos (1952-2001), Edhasa, Barcelona, 2007, traducción de Eduardo Iriarte, pág. 177.