Chirbes sobre Grandes


Concluyo sin ninguna emoción las casi mil páginas de la última novela de Almudena Grandes, El corazón helado. El título cumple: mucho frío y sensación de déjà vu, solo se me calienta un poco el corazoncito en torno a la página 700, un capítulo en el que el padre de Julio Carrión chantajea a una mujer, que a su vez se ha quedado con las propiedades de una familia, a cuyo único superviviente en España ella misma denunció y al que fusilaron. Donde las dan las toman. En ese capítulo recoge lo bueno de Galdós (pienso en La desheredada). El resto, un tan meritorio como trabajoso e inútil ejercicio de hilván. Consigue colocar en la narración todos los temas, anudarlos y desanudarlos, que no quede suelto ni uno de los cientos de hilos, dejarlo todo cerrado para que no se escape ni el gato, aunque para eso tenga que forzar las cosas, volver la labor demasiado explícita e incluso convertir el texto en reiterativo. Bien, muy bien, eres una excelente profesional, sin embargo el libro no me dice nada, porque no me enseña nada. Y eso me acaba planteando un montón de dudas. Si fuera un crítico sociologista en estado puro, tendría que decir que es una novela utilísima para entender los últimos ochenta años de la historia de España: no hay tecla que no toque, pero precisamente eso es lo que no es, todo aparece plano, sin densidad, se lee (lo leo) con desgana porque en realidad repite un dibujo conocido. ¿Desde dónde le hago la crítica?, ¿dónde falla? Seguramente en ese mismo afán por tocar todos los temas, por convertir la novela en una sucesión de viñetas que ilustran un libro de historia; ¿es esa la función de la novela?, ¿ilustrar la historia? Los Episodios nacionales que podrían parecer el paradigma de eso no lo son, no ilustran: plantean, muestran, desmenuzan, descuartizan, trituran… Sí, se me puede decir que está coloreado el retablo de Almudena, que los diálogos suenan bien, como sacados de la propia vida. Pero el libro no funciona. O no me funciona. Me parece que no hay nada nuevo, no mira desde un sitio que no conozcamos, es más bien una crestomatía de los puntos de vista de la historia progresista, no consigue quebrar la cáscara del huevo para mostrar lo que hay dentro, saltar sobre los tópicos de uso corriente para convertir la lectura en experiencia de algo nuevo. Pero ¿acaso Galdós no tiene algo de eso?, se me dirá, la propia Almudena lo dice, que es galdosiana, pero en Galdós la pintura tapa un dibujo cuidadoso, un proyecto que no es de construcción de la trama de la novela, sino trabajo de demolición de los usos del lenguaje, alteración de la perspectiva desde la que mira la sociedad de su tiempo. Pensar que ese costumbrismo de novela bien construida es no tener ni puñetera idea de lo que Galdós es. Yo creo que es por ese trabajo de zapa por lo que sigue emocionándonos Galdós. 


RAFAEL CHIRBES, anotación del 25 de junio de 2007, Diarios. A ratos perdidos, 5, Anagrama, Barcelona, 2023.