Genet sobre Brecht


HUBERT FICHTE: ¿Por qué le gusta La señorita Julia de Strindberg y no le gusta el Brecht de Galileo Galilei?
JEAN GENET: Porque Brecht no dice más que tonterías, porque Galileo Galilei hace evidentes cosas que podría haber descubierto sin Brecht. Strindberg, al menos en La señorita Julia, no presenta esas evidencias. Es novedoso. No me lo esperaba. Vi La señorita Julia después de La danza de la muerte, ¿cómo se llama en sueco?

H. F.: Dödsdansen.
GENET: Me gustó mucho. Lo que dice Strindberg no se puede expresar más que de manera poética y lo que dice Brecht se puede decir y ha sido dicho de manera prosaica.

H. F.: Y ésa era su intención. Él denominaba a su teatro “teatro épico”, e introduce, o pretendía introducir, el distanciamiento que precisamente Strindberg, con la introducción de La señorita Julia, ya había alcanzado. Strindberg supone a un espectador ya frío, ese espectador de Brecht que sostiene un puro.
GENET: En la elección del gesto, fumar un puro, hay una especie de falta de respeto hacia la obra de arte que de hecho no está permitida. La obra de arte no lo permite. No conozco a los Rothschild, pero imagino que con ellos puede usted hablar de arte y fumar un puro. No puede ir al Louvre y ver la Marquesa de la Solana de la misma forma que los Rothschild, que hablan de arte y se fuman un puro.

H. F.: Entonces, ¿le parece que el gesto de Brecht es un gesto burgués capitalista?
GENET: Eso me parece.

H. F.: Al menos ante una obra de arte, ya que usted está ahora fumando un cigarro.
GENET: Si me fumo un puro como fumador de puros, si puedo definirme como fumador de puros, si escucho a Mozart y ese gesto de fumar un puro se antepone al hecho de escuchar el Réquiem, entonces no es simplemente un distanciamiento sino falta de sensibilidad. Es falta de oído, lo que significa que prefiero mi cigarro a la misa del Réquiem.


JEAN GENET, entrevistado por Hubert Fichte los días 19, 20, y 21 de diciembre de 1975 para el diario alemán Die Zeit, recogido en El enemigo declarado, Errata naturae editores, Madrid, 2010, traducción de María Lomeña Galiano, págs. 196 y 197.

Joyce sobre Tennyson


No me gusta Tennyson. En comparación con un poeta como Donne, cuyos versos tienen una rica textura contrapuntística, parece que toque con una sola tecla. Los poemas de amor de Donne son los más complejos y profundos que conozco. Me parece muy inglés, mucho más que Tennyson: el espíritu inglés es complejo, en efecto, a pesar de todo lo que se ha dicho sobre él. Con Donne uno se adentra en un laberinto de ideas y de sentimientos. Un poema suyo es una aventura, es decir, una experiencia que no sabemos a dónde nos llevará: así es la vida y así debería ser toda obra literaria. Eso es lo que hace apasionante su lectura. Donne es shakespeariano en su complejidad; comparados con sus composiciones, los poemas de amor más famosos de la literatura francesa suenan banales. Fue un poeta típicamente medieval, anterior a la época en que el clasicismo simplificó el espíritu inglés. Él y Chaucer fueron escritores geniales, ambos enamorados de la vida; luego llegaron los puritanos con sus manos heladas. El clasicismo estuvo bien mientras fue pagano: en la época del Renacimiento ya había perdido su sentido, y así ha seguido tristemente hasta hoy, debilitándose poco a poco hasta extinguirse del todo con Tennyson y con los inanes desnudos de Alma-Tadema.


JAMES JOYCE, Sobre la escritura, Alba Editorial, 2013, Barcelona, traducción de Pablo Sauras.

Borges sobre Arlt


Lunes, 10 de diciembre de 1956. Come en casa Borges. Habla de Roberto Arlt. "Era muy ingenuo. Se dejaba engañar por cualquier plan para ganar mucha plata, por descabellado que fuera, a condición de que hubiera en él algo deshonesto. Por ejemplo, se interesó mucho en el proyecto de instalar una feria para rematar caballos, en Avellaneda. El verdadero negocio consistiría en que clandestinamente cortarían las colas de los caballos, venderían la cerda y ganarían millones. Un negocio adicional: con las costras de las mataduras del lomo fabricarían un insecticida infalible.

Era comunista: se entusiasmó con la idea de organizar una gran cadena nacional de prostíbulos, que costearían la revolución social. Era un malevo desagradable, extraordinariamente inculto. Hablábamos una noche con Ricardo Güiraldes y con Evar Méndez de un posible título para una revista. Arlt, con su voz tosca y extranjera, preguntó: "¿Por qué no le ponen El Cocodrilo? Ja, ja". Era un imbécil.

En Crítica estuvo dos días y lo echaron porque no servía para nada. No sabía hacer absolutamente nada. Me explicaron que solo en El Mundo supieron aprovecharlo. Le encargaban cualquier cosa y después daban las páginas a otro para que las reescribiera. Dicen que reuniendo sus aguafuertes porteñas, que son trescientas y pico, podría hacerse un libro extraordinario. Imagínate lo que será eso. Las escribía todos los días, sobre lo primero que se le presentaba. Menos mal que algún otro las reescribió.

Me aseguran que después se cultivó y leyó a Faulkner, y que eso lo demostró en un artículo de dos páginas, algo magnífico, en que estaba todo: "Sobre la crisis de la novela". Qué título. Ya te podés imaginar la idiotez que sería eso. Lo que pasa, según Arlt, es que la gente no comprende lo que es la novela, por eso hay crisis de novelas. En la novela cada personaje debe tener un destino claro, como el destino del tigre es matar. ¿Te das cuenta? Tiene que valerse de un animal para significar la sencillez del destino. Más que personajes describiría muñecos".


JORGE LUIS BORGES, recogido por Adolfo Bioy Casares en Borges, Destino, Barcelona, 2006, pág. 249.

Rico sobre Quevedo


JUAN MANUEL DE PRADA: Usted detesta a Quevedo, o al menos al Quevedo del Buscón, ¿verdad? 
FRANCISCO RICO: Yo cada vez estoy más a favor de una literatura humana, una literatura que sirva para la vida. La literatura literaria, la literatura pura, que fue lo que hizo Quevedo y lo que hicieron las vanguardias, me parece, en general, abominable.

JUAN MANUEL DE PRADA: Es usted un detractor impío del barroco...
FRANCISCO RICO: Por supuesto. Soy un renacentista hasta la médula. Yo entiendo que quien se acerca a un libro, si tiene buena voluntad, no es para admirar el estilo: la gente lee como pasea, como folla o como acude al cine, con la misma naturalidad. La lectura es una experiencia que forma parte de la vida y que, por consiguiente, está en la vida. La literatura para escritores a mí me llena muy poco. Quizá en pequeñas dosis resulte interesante, pero... ¡mira que es malo El Buscón! Con Quevedo se estropea la literatura española, que lo prometía todo: después del Lazarillo y el Guzmán, y con el Quijote en puertas, iniciábamos una tradición novelesca estupenda, pero llega Quevedo, y lo que Quevedo representa (el chiste fácil disfrazado de ingeniosidad), y se jode el invento. El Buscón es el personaje más grotesco e inverosímil de nuestra literatura: intenta ocultar su infamia, pero la expone burdamente ante el lector; el Lazarillo, en cambio, intenta ocultarla, incluso la niega, y es el lector quien comprende su deshonra. El autor del Lazarillo no traiciona al personaje, que es el principio fundamental de la novela; Quevedo, en cambio, sí lo hace. Ahí está la diferencia.


FRANCISCO RICO, entrevistado por Juan Manuel de Prada y recogido en Penúltimas resistencias, Xordica, 2009, Zaragoza, pág. 85. 

Benet sobre Cortázar


DANUBIO TORRES FIERRO: Haciendo la salvedad entre las edades de Carpentier y Vargas Llosa, ¿no te parece que entre los nuevos narradores hubo una ruptura con una forma literaria, que introdujeron una nueva sensibilidad?
JUAN BENET: ¿Te parece realmente, que Vargas Llosa haya roto con algo de la literatura latinoamericana, tratándose de un escritor tan académico? Lo que pasa es que es un hombre que organiza muy bien la argamasa, que sabe estructurar sus materiales, y eso para hablar de su caso personal. Pero, en definitiva, el menos académico, que quiere ser Cortázar, está siempre devanando el ovillo de la modernidad.

DANUBIO TORRES FIERRO: ¿Te interesa Rayuela?
JUAN BENET: Poco, muy poco. Mira: creo que Cortázar es un hombre fascinado por la brillantez y que paga por ello un precio muy caro. Puede escribir dos páginas magistrales, como aquellas de Rayuela en las que los personajes están comiendo en un restaurante de París y a alguien se le cae un terrón de azúcar y empieza a rodar por debajo de las mesas, buscándolo. Eso es una maravilla. Pero esa brillantez no se puede prolongar ni estirar porque, al hacerlo mediante el artificio, la charada y el jueguecito, se convierte en una prolongación bastarda, en primer lugar y, luego, fatigante. Una vez dije, de una manera un poco sarcástica, que era un gran gacetillero.


JUAN BENET, entrevistado por Danubio Torres Fierro para “Diorama de la Cultura” del diario Excelsior 1974 y VUELTA NÚMERO 206, 1994. Toda la entrevista AQUÍ.

Virginia Woolf sobre Joyce


Miércoles, 16 de agosto de 1922
Debiera estar leyendo el Ulises y formulando mis argumentaciones en pro y contra. Por el momento, he leído doscientas páginas, que ni siquiera representan la tercera parte [...] Ulises me parece el libro propio de un analfabeto, un libro carente de desarrollo; la obra de un obrero autodidacta, y todos sabemos cuán lamentables son esas obras, cuán egotistas, cuán insistentes, cuán primarias, crudas y, en última instancia, nauseabundas. Cuando se puede comer carne guisada, ¿a santo de qué comerla cruda? 

Miércoles, 6 de septiembre de 1922
[...] He terminado el Ulises y creo que es una obra fallida. A mi juicio, no le falta talento, pero de baja estofa. El libro es difuso. Es enmarañado. Es pretencioso. Es de baja ralea, no sólo en el sentido evidente, sino también en la acepción literaria. Con ello quiero decir que un escritor de primera fila siente por la literatura un respeto tal que le impide servirse de trucos; de sorpresas; de hacer payasadas. Me recuerda constantemente a un colegial con tendencia al comportamiento brutal, rebosante de ingenio y capacidad, pero tan pendiente de sí mismo, tan egotista, que pierde la cabeza y se convierte en un ser extravagante, amanerado, vocinglero, torpón, y consigue que las personas amables le tengan lástima, y que las personas severas se irriten; y una tiene esperanzas de que todo lo anterior le pasará cuando crezca; pero como sea que Joyce tiene cuarenta años, no parece probable que así ocurra. No lo he leído cuidadosamente; y solo una vez; y es muy oscuro; por lo tanto seguramente he dejado de percibir sus méritos en una proporción superior a la justa.

Jueves, 7 de septiembre de 1922
Después de haber escrito lo anterior, L. me ha dado una crítica muy inteligente del Ulises, aparecida en el Nation norteamericano; que por primera vez analiza el significado; y ciertamente consigue que el libro sea mucho más impresionante de lo que yo creía. De todas maneras sigo creyendo que en las primeras impresiones se da siempre cierto valor y contienen una verdad duradera; en consecuencia, no me desdigo.


VIRGINIA WOOLF, Diario de una escritora, Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja, Madrid, 2003, traducción de Andrés Bosch, págs. 71-74.

Etxebarría sobre Salinger


Se muere Salinger. Los medios le dedican más páginas que a Francisco Ayala y Benedetti juntos. Cualquiera de los dos autores ha escrito más y mejor que Salinger. Esta afirmación puede ser discutible. Pero es que, además, han escrito en mi lengua.

Me sorprende mucho leer en un diario de difusión nacional que "Salinger, harto de editores, críticos y medios de comunicación decidió que quería seguir siendo un escritor al que la gente conoce por sus obras y punto". Y que por eso se retiró a un pueblecito. Si yo pudiera vivir sólo de mis libros, sin necesidad de promocionarlos, también me retiraría a una casita en Mundaka, pero eso sólo les sucede a los escritores yankis, que pueden no sólo vender en un país de 300 millones de habitantes, sino contar con una inmensa maquinaria promocional -imperialismo cultural se llama- que permite que se te traduzca de forma casi inmediata en medio mundo y que cuando te mueras tu necrológica supere en extensión a la de cualquier escritor local, pese a que en EE UU prácticamente no se publiquen ni se traduzcan las obras de autores extranjeros. Salinger podía permitirse tan retirada vida porque era millonario. Ayala no. Ya de paso, si nos atenemos a las memorias de su primera mujer, su amante y su hija-coinciden las tres en lo esencial- descubrimos que tenía un carácter neurótico, violento a veces, con muchos problemas de relación. Cierro con el título de mi novela, y de paso me hago promoción. Ha quedado demostrado una vez más: lo verdadero es un momento de lo falso.


LUCÍA ETXEBARRÍA, Verdades a medias, ADN.es Opinión, 15 de febrero de 2010.

Cioran sobre Goethe


He intentado releer el Fausto, treinta años después. Sigue resultándome igualmente imposible: no consigo entrar en el mundo de Goethe. Sólo me gustan los escritores enfermos, heridos de una forma o de otra. Goethe sigue siendo para mí frío y envarado, alguien a quien no se nos ocurriría recurrir en un momento de angustia. No de él, sino de Kleist, es de quien nos sentimos próximos. Una vida sin fracasos importantes, misteriosos o sospechosos no nos seduce.


EMILE CIORAN, Cuadernos 1957-1972, Tusquets, Barcelona, 2000, traducción de Carlos Manzano, pág. 55.

Medina Reyes sobre García Márquez


PREGUNTA: Dicen que detesta a García Márquez.
EFRAÍM MEDINA REYES: García Márquez (el hombre, no el escritor) es un idiota y no hay que poner mucha atención a lo que dice un idiota. Así como ha enriquecido el mundo con sus narraciones lo ha empobrecido con su presencia. Su literatura es buena pero carece de pensamiento. ¿Cuál es el pensamiento garciamarquiano? Ninguno. Cada vez que abre la boca nos avergüenza.

[...]

PREGUNTA: Y los vips colombianos, ¿cómo reaccionan ante su éxito?
EFRAÍM MEDINA REYES: Ellos no me aceptan como alguien de su clase, sino como alguien que se ha ganado un espacio. Yo no quiero ser como García Márquez, convertirme en un señor rico, rodeado de gente bien. Que los ricos lo sigan siendo, solo quiero que haya espacios para los demás y que la gente pueda vivir dignamente.


EFRAÍM MEDINA REYES, entrevistado por Flavia Puppo en La conexión colombiana, Página12, 5 de octubre de 2003. Toda la entrevista AQUÍ.

Benet sobre Lezama Lima


PREGUNTA: ¿Y qué opina de Lezama Lima?
JUAN BENET: No me interesa.

PREGUNTA: ¿Por qué no le interesa?
JUAN BENET: ¿Usted sabe cuándo un libro no le interesa? ¿Usted es tan agudo como para decir: “Yo sé por qué esto no me interesa”?

PREGUNTA: De otra forma, ¿qué defectos le encuentra a Lezama Lima?
JUAN BENET: Ah, no, es que Lezama Lima es una fábrica de defectos. Primero, no tiene acento, no suena bien. Y luego, hay algo muy artificioso en Lezama; algo de reelaboración. Parece un escritor francés que complica a voluntad. Porque, realmente, el libro de Lezama es transparente, no es sugerente sino al revés; la palabra oculta la realiza en vez de sugerirla, en vez de trascenderla. Y las posiciones de Lezama tienen mucho de artificio montado, es fácil ver que lo narrado es en cierto modo banal; en cierto modo, recoge una tradición española y americana de profusión de lenguaje pero que no descansa demasiado sobre la realidad. Las aventuras del joven Cemí son las aventuras de Pipo y Pipa en el fondo. Al joven Cemí no le pasa nada en verdad. Tiene dos experiencias homosexuales y tres experiencias eróticas y dos literarias, pero no le pasa nada. Ni el mundo que nos pinta es demasiado misterioso… Comparen ustedes lo que le pasa al joven Cemí con lo que le ocurre al esclavo Ti Noël de Carpentier, con una riqueza y profundidad casi apuntadas, con una economía de gestos y de palabras; y en el otro, a base de tanto abigarramiento, ¿a qué llega en conclusión?, a que un día vio parir a su hermana, y otro día vio cómo unas negras bailaban detrás de un cañaveral, y otro día cómo se masturbaba un cura. Eso lo ha visto todo el mundo.

PREGUNTA: ¿Pero contarlo de una manera especial, no le podría dar cierta calidad?
JUAN BENET: No, no le da calidad. Eso es costumbrismo en el fondo, y costumbrismo casi andaluz. 

PREGUNTA: ¿Y no habría un cierto costumbrismo en García Márquez?
JUAN BENET: No, García Márquez está muy bien afinado con su lenguaje, está muy unido, ahí no hay divorcios. En cambio sí en Lezama, hay una especie de cámara de aire entre su pensamiento y su lenguaje, y eso se nota muy bien. En muchos escritores españoles hay eso. Pero en Lezama se nota, el lenguaje se descuelga de su pensamiento y, en el fondo, porque su pensamiento es menor, carece de amplitud de visión. Evidentemente es un escritor muy rico y con posibilidades, pero es un pensador muy pobre.


JUAN BENET, palabras recogidas por Fernando Tola de Habich y Patricia Grieve, incluidas en JUAN BENET, Cartografía personal, Cuatro Ediciones, Valladolid, 1997, págs. 51 y 52.


Jiménez sobre T. S. Eliot


Yo me represento a T. S. Eliot (por su obra y por las fotografías de su persona) como un ente monstruoso humano (esas orejas de elefante, esos ojos de óptica, ese mentón de cartón piedra), que tiene una y sola mano, grande como un anuncio de guante de mano, en vez de cabeza, y dos cabezas inadvertidas en vez de manos.

La alta mano hipertrofiada es la que manda (artesanía virtuosa) y las cabezas, derecha e izquierda, las que escriben. Unas veces escribe la cabeza izquierda y otras la derecha; otras veces escriben las dos al mismo tiempo, y otras veces la alta mano confunde las cabezas, como que tiene seis dedos, y le dicta a la derecha lo que debiera escribir la izquierda o a la izquierda lo que debiera escribir la derecha. Otras veces me represento que la cabeza derecha de Eliot escribe la prosa y la izquierda el verso; y que las dos cabezas obedecen a la mano rectora en ambos dictados, pero que no se entienden entre sí.

Por eso la escritura jeneral de Eliot tiene siempre mucho de mano alta y de cabezas confundidas, ya en la forma o en la idea. Su falta de lójica poética parece fruto moldeable en mano rectora, directora siempre; y siempre su lójica crítica parece fruto de cabezas vivientes.

En jeneral me disgusta Eliot. Es poeta de truco permanente, quizás el más truquista de todos los poetas, porque es el de truco más virtuoso, un sumador de trucos ajenos, y el vicio superior no es más que un truco. Se ve claro que tal estrofa no quería decir lo que dice; que ha sido truqueada, hasta dejarla en el punto del efecto ambiguo, no como en Mallarmé en el punto de la oscuridad añadida por pudor, como un veto. Como poesía de truco, no da la impresión de que Eliot piense lo que dice. Es un poeta todo ripioso, al que a veces le falla el ripio y le sale sin querer algo natural que en él parece falso o enfermo. Sus «hombres huecos», su hipopótamo católico, su Virjen de la Devoración, son absolutamente falsos. Eliot es lo que es por la riqueza de su fraude, por el producto apretado que le permite conseguir efectos de falsedad muy bellos a veces por contraste de caricaturas que no se entienden entre sí. Pero nunca da la impresión de un poeta completo por sí mismo, como Blake o Yeats, sus compatriotas superiores en sus mejores poemas. Los poemas de Eliot siempre me parecen ruinas sumadas por equivocación en un museo.

La lójica, cuando sirve, jenial, a un espíritu hermoso, puede ser lo más hermoso del mundo. Eliot demuestra en su crítica una lójica perfecta que lleva como la maleta permanente del viaje de esta vida y en sus poemas da la impresión de que no ha querido servirse de la maleta. Como si fuese un crítico que no supiera ser poeta, o que su única preocupación es ocultar la verdad, por despiste, a la jente. Parece un carambolista supremo que se propone demostrar que la lójica no le impide hacer una carambola. Esta manía de lo ilójico razonado no tiene razón ninguna en un hombre sólo injenioso como es Eliot. Lo ilójico es propio del niño instintivo, del viejo loco, del idiota jenial o del poeta conjénito. Quizás sea Eliot un poeta frustrado por su crítico, al que pretende engañar a la vista de todos.

Mirad bien su cara ahora que se comprende que es ésta. Sus orejas de cabeza tienen algo que decir, que escuchar. Que lo escuchen: «Eliot, es usted un farsante o un impostor. Su libro sobre la cultura lo demuestra. Lo que usted dice en él sólo lo puede decir un oportunista. Por algo se cuelga usted el pañuelo de la nariz del bolsillo de pecho, como una camarera en su hombro el suyo, de su uniforme de hombre snob, adulador de la tradición convencional. No será usted tenido en cuenta por el futuro.»


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Eliot, monstruo político y social, recogido en Antología de textos juanramonianos / Juan Ramón Jiménez; compiladores Javier Blasco, Teresa Gómez Trueba, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2008 (AQUÍ

Kodama sobre Bioy Casares


HERNÁN IGLESIAS ILLA: Hablando de polémico. Sé que a usted esto no le gustó, pero el "Borges" de Bioy es bastante polémico.
MARIA KODAMA: Eso no es polémico. Eso es traición. Borges me definió a Bioy una vez con una palabra: "Cobarde". Ésa era la palabra con la que lo definía.

HERNÁN IGLESIAS ILLA: ¿En general o por algo específico?
MARIA KODAMA: En general, por cosas que hizo Bioy en su vida y él se daba cuenta de que era un cobarde, algo que, por otra parte, era lo que Borges más despreciaba. Además, si vos mirás las entrevistas de Borges, sólo elogia dos cuentos de Bioy, y esos cuentos fueron recontracorregidos por Borges.

Eso Bioy no se lo perdonó nunca. Bioy es el Salieri de Borges. La verdad es la verdad y las cosas como son. Yo te pregunto: ese hombre escribe un libro en el que inventa, distorsiona lo que vos decís o pone en tu boca lo que él no tiene el coraje de decir. Y lo publica después de que vos morís y él también muere (que ya es una cobardía, porque no quiere hacerse cargo). En el otro mundo se encuentran, ¿vos creés que ese hombre es amigo tuyo? Como hombre te pregunto.

HERNÁN IGLESIAS ILLA: En esas condiciones, no.
MARIA KODAMA: Son las condiciones en que fueron hechas, según el propio Bioy escribe. Además, ¿qué amigo espera que vos te vayas para contar conversaciones privadas? Porque una cosa es si nosotros tenemos un amigo en común y te digo "Che, qué estúpido que es Fulano". Pero vos, por el tono de voz y los años de conocimiento que tenemos, te das cuenta de que por ahí lo digo en broma o estoy en un momento malo. Pero si vos lo escribís, negro sobre blanco, sin todo el entorno de lo que significó en ese momento, es brutal. Y si sos una persona sensible y correcta y ética, no lo hacés. Si vos sos un hombre ético, correcto y normal, no escribís una autobiografía en la que ponés nombre y apellido de todas las mujeres que fueron tus amantes, muchas de ellas casadas, arruinando matrimonios, incluyendo la seducción de la propia sobrina de tu mujer. ¿Eso es un hombre? Eso es un desecho humano para mí.

HERNÁN IGLESIAS ILLA: ¿Le molesta que el libro de Bioy no haya sido percibido así?
MARIA KODAMA: A mí lo que me da muchísima curiosidad... Me gustaría hacer una reunión con la gente que ha inventado todo en los diarios. No como una forma de agresión, sino para entender, porque a mí me gusta entender las cosas. ¿Por qué esta agresión de 26 años movida por seis personas a las que la prensa les presta atención colocando cosas que demuestran el racismo, como por ejemplo mencionando "la piel amarilla". ¿No sería mucho más sencillo que reconocieran que son racistas? 


MARÍA KODAMA, entrevistada por Hernán Iglesias Illa, "Maria Kodama: Bioy es el Salieri de Borges, que lo consideraba un cobarde", La Nación, 10 de octubre de 2012. 

Bolaño sobre Cela y Umbral


Consejos sobre el arte de escribir cuentos

Como ya tengo cuarentaicuatro años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos. 1) Nunca aborde los cuentos de uno en uno. Si uno aborda los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, de cinco en cinco. Si se ve con energía suficiente, escríbalos de nueve en nueve o de quince en quince. 3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, y además lleva en su interior el juego más bien pegajoso de los espejos amantes: una doble imagen que produce melancolía. 4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo y a Monterroso. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y Umbral. 5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura. 6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así. 7) Los cuentistas suelen jactarse de haberse leído a Petrus Borel. Gran error: ¡deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval! 8) Lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges. 9) La verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 10) Piensen en el punto número nueve. Piensen y reflexionen. Aún están a tiempo. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas. 11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, el Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, y Mientras ellas duermen, de Javier Marías. 12) Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.


ROBERTO BOLAÑO, Entre paréntesis, Anagrama, Barcelona, 2004, págs. 324-325.


Neruda sobre Pablo de Rokha y Huidobro


Aquí estoy
Con mis labios de hierro 
Y un ojo en cada mano
Y con mi corazón completamente.
Y viene el alba y viene el alba
Y viene el alba
Y aquí estoy
A pesar de perros, a pesar de lobos
A pesar de pesadillas,
a pesar de ladillas,
a pesar de pesares.

Estoy lleno de lágrimas y amapolas cortadas
Y pálidas palomas de energía,
Y con todos los dientes y los dedos escribo,
Y con todas las materias de mar,
Con todas las materias del corazón escribo.

CABRONES
Hijos de puta.
Hoy ni mañana
Ni jamás acabaréis conmigo.
Tengo lleno de pétalos los testículos
tengo lleno de pájaros el pelo,
Tengo poesía y vapores
Cementerios y casas
Gente que se ahoga
Incendio en mis veinte poemas,
En mis semanas y en mis caballerías
Y me cago en la puta que os mal parió
Derrokas, patíbulos,
Vidobros,
Y aunque escribáis en francés con el retrato de Picasso en las verijas
Y aunque muy a menudo robéis espejos y llevéis a la venta

El retrato de vuestras hermanas,
A mí no me alcanzáis ni con anónimos,
Ni con saliva.
Existo entre metales y las harinas de las alas
Entre el mundo y el cielo, con un corazón lleno de sangre y rocío.

Venid a lastimarme con esputos
De la mañana a la noche,
No inauguréis nuevos adulterios con jóvenes vacas amaestradas,
No os hagáis secuestrar,
Ni mañana os hagáis comunistas de culo dorado,
Sino verted vinagre,
Echad por la boca el semen recogido en las vulvas de las prostitutas
Y rociad las paredes de los water-closets
Con toda vuestra mierda que os condeno a tragar otra vez
Con el solo hecho de que yo de la mañana a la noche escribo
Cosas llenas de agujas y cenizas,
Aguas amargas caídas para siempre en vuestra muerte.

Muerte, muerte, muerte,
Muerte al ladrón de cuadros
Muerte a la bacinica de Reverdy
Muerte a las sucias vacas envidiosas
Que ladran con los intestinos cocidos en envidia.

En cal y podredumbre,
Muerte al bandido que cambia fecha en sus libros y con la otra mano
Vive de puro perro y puro rico,
Vive de oscuras administraciones.
Vive fabricando incestos con hijas de madres ultrajadas;
Muerte al bandido, al estafador de diez años,
Cuadros, muebles, tíos, hermanos,
Provincias saqueadas y después colgar a las babosas barbas del coronel
Y del útero podrido de la podrida esposa del coronel.
Huid de mí podridos,
Haced clases de estética y callampas,
Haceos raptar por scouts finlandeses,
Mercachifles hediondos a catres de prostituidas,
Pero a mi no me vengáis porque soy puro,
Y con la garganta y el alma os vomito catorce veces,
Os vomito cuatrocientas veces, a vosotros y a vuestras jeringas,
Aunque colaboréis en la opinión y en la MATONERÍA
Aunque cada día cultivéis con mayor atención vuestra bilis y vuestra mierda.

Permitidme una pálida cosa,
Con treinta años ardientes,
Y un alma de hueso y laberinto,
Permitidme cagarme en vuestras cosas y en vuestras abuelas,
Y en las revistillas de jóvenes ombligos
En que derretís las últimas chispas que os salen del culo.
Mierda, mierda y mierda
Tierra, tierra y tierra,
Gusanos,
Para vosotros
Falsos caudillos interrumpidos de envidia,
Poetas tartamudos,
Polvo, polvo, polvo
Para vuestras cenizas.
De nada vale vuestro nombre de pila traducido al francés,
Como convinche al juda cursi,
De nada venir de Talca dispuestos a ser genios,
Os mato
Os mato con espumas y sacrificios
Os meo
Envidiosos, ladrones
HIJOS DEL HIJO DE LA SUEGRA DE LA PUTA
Os meo eternamente en vuestros hígados y en vuestros hijos,
Os meo en la fuente del corazón, que habéis cubierto de estiércol
Y habéis alimentado de estiércol y habéis asesinado con estiércol.

Mientras el mundo se surte de llantos a cada lado,
Y los trabajadores y los alcaldes crujen de sangre
Mientras el mapa se sobrecoge entre las sábanas
Y las angustias hacen crecer los cabildos,
Hay literatos de siniestras caras,
Ladrones verdes,
Payasos de feria, miserables de Talca,
Descubriendo odios, fabricando pequeños plagios,
Enviando anónimos que la peor enferma de histeria rechazaría.
Disfrazados de comunistas, náufragos y fecales,
Y mientras a la mamá sacan dinero,
Al coronel sacan dinero,
Viva el comunismo dicen las letrinas,
Mientras el mundo nace y cae
Sólo el odio y la envidia crecen en las uñas
Y se preocupan de denunciar, de mancillar
Los hediondos,
Mientras Alberti lucha,
Gonzalez Tuñón lucha,
Aragón lucha,
Los hediondos disfrazados
Corren detrás de la literatura
Echando sangre de parto maldito,
Echando abecedarios y pescados vinagres;
Diciendo: acusemos a aquel
Y así llegaremos a creer que somos genios,
Los hediondos,
Incapaces del bien, incapaces del mal,
Incapaces del suelo.

PORQUE morirán muertos entre eructos de doctores borrachos y pedos traducidos,
Porque el gusano está vivo entre ellos y ordena,
Porque han nacido entre muelas cariadas y gatos escupidos,
Porque su sangre de sobacos sucios será fuente de víboras siniestras,

Porque hasta a ellos mismos llegarán a morderlos,
Hasta las piedras agonizantes de desprecio,
Hasta el de Talca convincente espanto
Llegarán algunos días con cuchillos diciendo:
Antes de que hables y publiques devuelve cabrón del aire lo que robas
Las aguas fuertes, los óleos, los pesos, ladrón de camaradas,
Hipo de cerdo.
Y entonces en la sombra Apolliniare
y otros muchos contestan:
Aquí estuvo el inmundo,
moviendo las aletas, secuestrándose
Y dando pequeños gritos
de niña raptada.
Albión me teme, seré presidente (y un pedo se le escapa).

HORROR de sueños, carencia de venas;
Aquí pasó, su nombre transformó
Y en talquinas uniones panfletos purulentos repartió
Y lamiendo escritores y sobornando puertas
Su destino de loro bisiesto continúa.
Este momento para ser libertario,
El siglo se hunde,
Nos haremos héroes
Con una pluma entre los pies
Y odio en los párpados
Cenizas en los cojones
Venga Lenin, robando,
Simulando
Con palacio en la calle principal
O coronel vestido de camello.

No, villanos,
A mí no me engañáis
Si el mundo se transforma
Caed en la ciénaga, al luto y a la lepra,
Al francés y a la megalomanía
Vargasvilas con cabezas de zorra,
Danunzios más baratos que un pollino podrido,
A mí no me asustáis
Con pequeños insultos que podéis repetir llenos de gozo a vuestras enfermeras.

Aquí estoy
Echando hasta morirme poemas por los dientes,
Hasta que me matéis
A veneno y a sombra.
Pero nunca, prefiero morir matando vuestros cadáveres de 50 años
Y desde hoy tendréis hundida la espada en vuestros intestinos de envidia y fracaso
Para que gritéis: “Neruda no existe”
Y os carguéis de melancolía.
Muertos; muertos en castellano, francés y pus,
Muertos en horrorosa cascada de amargura
Corred al nicho,
Ahora mismo, corred al nicho enarbolando de nuevo identidad falsificada.

Pero aún es tiempo del catolicismo,
Os quedan sotanas y nuevas posturas por ensuciar
Tristes cobardes
Os queda aún la teosofía
Y las espuelas por correspondencia.
Ya habéis escrito la biografía de papá por su hija caliente;
Y habéis empeñado las pezuñas del coronel en el Chile agricultor.
Ahora vended a vuestras madres
Y dedicaos al ciclismo.

Yo he conocido rebeldes. Artesanos
Poetas de frentes limpias y manos limpias,
Seres humanos
Pero no peste, pus y callos como vosotros.
Conocedme.
Soy el que sabe y el que canta y no podréis matarme
aunque os partáis las venas
Y volváis a NACER ENTRE MIERDAS.
ADIÓS A MUERTE
ADIÓS A VIDA
FRACASADOS.
AQUÍ ESTOY CON HARINAS Y SIMIENTES
AQUÍ ESTOY HACIENDO PÁJAROS
VENID A MI HORRIBLES SERES MUERTOS
A CLAVAR CADÁVERES EN MI ALMA
PARA QUE EN VUESTRA MUERTE, EN EL
HORRIBLE OLOR DE MUERTE DE VUESTRAS MUERTES
OS AYUDE A SALIR DE LAS TUMBAS AMARGAS
EN QUE ESTARÉIS LLENOS DE BABA PÚTRIDA
CON EL OLVIDO A CUATRO LABIOS
Y UNA VÍBORA NEGRA EN LA GARGANTA.


PABLO NERUDA, Aquí Estoy, París, 1938. Libro de poemas publicado clandestinamente en Francia durante la Guerra Civil Española por amigos del autor en edición de unas 300 copias (según Horacio Jorge Becco) con viñetas dibujadas por Ramón Gaya, extraído del blog Jaquemate de Francisco Méndez S. (AQUÍ)

Almudena Grandes sobre Pardo Bazán, Santa Teresa de Jesús y Rosalía de Castro


En España las escritoras hemos llegado a una situación de discriminación positiva [...] Muchas mujeres se están aprovechando de esta situación. Se han montado generaciones de poetisas sobre unos cimientos de una blandura y trivialidad pasmosa. Además, cuando determinado tipo de escritoras tienen mala crítica o no ganan premios dicen que la culpa es del sistema machista [...] Entre las escritoras de mi edad hay muchas que son unas petardas, que van llorando por ahí, convertidas en unas pobres chicas tiernas a las que los críticos quieren tocar el culo y se sienten acosadas sexualmente, y reclaman apoyo por ser chicas [...] Para aclarar mi postura, diré que hay pocas mujeres en las que se puedan detener los libros de literatura. Emilia Pardo Bazán era una escritora mediana, pero aparece en las antologías porque era la única de su época. Santa Teresa de Jesús y Rosalía de Castro sí han hecho méritos, y está bien que se les reconozcan, pero lo que es intolerable es esa obsesión por recuperar mujeres de la nada.


ALMUDENA GRANDES, citado por Ángela Carmona en Rosas y espinas. Álbum de las españolas del siglo XX, Barcelona, Planeta, 2004, pág. 206, recogido por Anna Caballé en Una breve historia de la misoginia, Lumen, Barcelona, 2006, pág. 46.


Varanini sobre García Márquez


La fuerza del estilo marquiano está en su capacidad de insinuarse en cada página de Márquez y de su mundo. ¿Es acaso una manera subrepticia de insinuarse, de abrirse paso a costa de un autor que querría resistir?

No creemos que sea así. Creemos, en cambio, que el abandono al estilo nobelmarquiano es voluntario. Y que se trata de una máquina retórica codificada. Una máquina cuyos secretos no es demasiado difícil desvelar.

Regla nº I, o La estética del toque de más

Lo primero que ha de aprender el aspirante a escritor nobelmarquiano es lo siguiente: ser redundante, buscar la voluta ornamental, la zalamería.
Entonces se dejó arrastrar por el instinto, se abrió paso entre el viento y la lluvia, y contrarió la orden del capitán al borde del abismo.
El énfasis es el esqueleto de la frase, la adjetivación está situada en el centro de atención.

Es “sorprendente” la impresión, pero también lo es el rugido; es “radiante” el cráneo a causa de la calvicie total, pero son “radiantes” también las voces de los esclavos, así como es “radiante” el sol y es “inmensa y radiante” la noche. Los crepúsculos son, como es sabido, “fugaces”, pero también pueden serlo los desmayos. Las esclavas de Manuelita Sáenz son “guerreras” e “inmortales”, pero “inmortal” es también la blenorragia.

Regla nº2, o Del machismo estilístico

Tras adjetivar comoquiera y dondequiera, buscar apenas sea posible la metáfora; ahora bien, habrá que aprender a no hacerlo al azar. Será oportuno evitar los medios tonos, y, en cambio, habrá que expresarse por medio de afirmaciones decididas y absolutas. Las zalamerías, las volutas, los giros redundantes y enfáticos deberán añadir a la frase un valor de verdad irrefutable, apodíptica.

Oprimir, aplastar, confundir, perturbar al lector: esta ha de ser la finalidad de la escritura.

Cartagena de Indias –cuyas murallas son, naturalmente, “invencibles”– es “muy noble y heroica ciudad, mil veces cantada como una de las más bellas del mundo”, pero ello no impide que también la bahía de Santa Marta quede en el recuerdo de Bolívar como “la más bella del mundo”. Las tempestades son “bíblicas”, y bíblico son también los improperios y las cóleras.

También el abuso de efectos es una manifestación de autoridad, como lo es la insistencia en recurrir a los mismos adjetivos, a los mismos giros: el autor goza de una impunidad absoluta, puede escribir lo que quiera.

Regla nº 3, o La coartada del paisaje

El general Bolívar “se despidió con una frase amable de cada uno de los miembros de la comitiva oficial. Lo hizo con una sonrisa fingida para que no se le notara que en aquel 15 de mayo de rosas ineluctables estaba emprendiendo el viaje de regreso a la nada”.

Cuando no sepáis qué decir, ni cómo decirlo, condimentad vuestras frases amables con “rosas ineluctables”.

No importa si la expresión carece de significado o es absurda, porque el autor ha definido hábilmente un contexto en el que cualquier absurdo parece provisto de sentido. Si en el Caribe todo es mágico y la realidad supera al sueño, cualquier  comparación grosera puede mostrarse como refinada.

Regla nº 4, o El refuerzo de lo que ya se ha dicho

Escribir a la manera nobelmarquiana significará remitir siempre y comoquiera que sea a las páginas escritas con anterioridad.

Escribid siempre lo que esperan de vosotros; así evitaréis al lector la fatiga de lo nuevo. Y dado que la cita ha de mostrarse evidente incluso para el lector distraído, no temáis exagerar.

Por eso en El general en su laberinto no se habla de Bolívar sino en la medida en que es posible hacerlo a través de formas y contenidos extraídos de las anteriores novelas de Márquez. No hay una línea que no nos remita a personajes ya presentados; no hay un adjetivo nuevo, no hay un giro que no haya sido probado antes.

De este modo, para hablar del general se nos ofrece una nueva píldora de mitología marquiana. La metáfora de la “horajasca”, los mismos excrementos de vaca tomados como símbolo de la extrema burla al poder, el mundo fluvial de El amor en los tiempos del cólera y las infelices campañas de Aureliano Buendía.

Regla nº 5, o De la exageración medusea

La quinta regla se enuncia así: la narración deberá sanearse, secarse de todo valor emotivo; a tal efecto se deberán utilizar sin límites las referencias explícitas a las emociones.

Todo debe estar fijado en el mármol de una expresión exacta y exhaustiva. La mirada del autor debe privar a los personajes del soplo vital —a costa, si es necesario, de atontarlos.

Por eso, ni siquiera al hablar de la guayaba —el fruto cuya fragancia, según nuestro autor, resume por entero el enigma del trópico—, ni siquiera al hablar de este supremo símbolo de su imaginario, Márquez podrá abandonarse: también aquí todo deberá ser explícito, fijado en una frase concebida para censurar todo sentimiento.

Si las referencias a la guayaba estuviesen solo insinuadas, si se dejasen en el umbral de lo no dicho, la “fragancia viciosa” del fruto podría decir tal vez demasiado sobre el mundo interior del autor. Por tanto, precisamente porque su estómago no soporta “el terrible poder de evocación de las guayabas maduras” a los lectores deberá mostrárseles tan sólo una escena banal: el general que se embriaga “un instante” con el olor del fruto, le da “un mordisco ávido”, mastica “la pulpa con un deleite infantil”, la saborea “por todos lados” y por último la traga “poco a poco, con un largo suspiro de la memoria”.

Regla nº 6, o De la exclamación narcisista

Por último, siempre que sea posible,  procuraremos aplastar bajo el talón al lector. Salpicaremos el texto con instrucciones de uso estrictas y vinculantes, y así haremos todo lo posible por quitarle el aliento.

El general “se empantanaba en aquel viaje sin fin hacia ninguna parte”: ¡qué triste destino! ¡Conmoveos!

La tropa está “carcomida por el tedio”: ¡pobres soldados, víctimas del aburrimiento!

El general “era capaz de apartar océanos y derribar montañas con su terrible poder de seducción”. ¡Qué hombre!

El verdadero contenido de la narración es el metalenguaje narcisista. Todo está escrito con la finalidad de que del coro de lectores se eleven gritos de admiración: ¡Terrible! ¡Fabuloso! ¡Increíble! Todo está programado para arrancar al final un único y unánime gesto: ¡aplausos para el autor!


FRANCESCO VARANINI, Viaje literario por América Latina, El Acantilado, Barcelona, 2000, traducción de Attilio Pentimalli, págs. 71-76.

Sánchez Dragó sobre Leopoldo María Panero



¡Cuánto barullo a cuento de la muerte de Leopoldo María Panero! Necrofilia española. Me sumaré a ella.

Tuve mucha relación con los miembros del último esqueje de esa tribu, ahora extinta.

En 1961, quizá en el 62, bauticé a Juan Luis Panero como catecúmeno del Partido Comunista. Sucedió eso en un banco del parque del Retiro. Estaban presentes Julito Ferrer Sama, hoy entomólogo en el Museo de Ciencias Naturales de Gotemburgo, y su primo Antonio, del que no he vuelto a tener noticia. Cinco años antes, muy cerca de ese mismo lugar, Jorge Semprún, alias Federico Sánchez, me había dado la alternativa en ese mismo partido. Testigo de ella fue Julián Marcos, poeta y cineasta que murió pocos meses antes de que el tren de Atocha saltara al más allá.

En 1973 conocí en el Dickens a Michi Panero, con el que mantuve cierta amistad noctámbula, porrera y etílica hasta mediados de los ochenta. Luego nuestras relaciones se agriaron.

En 1980 reapareció en mi vida Juan Luis Panero. Estábamos mi mujer y yo, embarazada ella, en San Martín de Ampurias, donde habíamos alquilado una casa gracias a los buenos oficios de Luis Racionero. Juan Luis, que venía, creo, de Colombia, llegó al pueblo como un vendaval y birló su chica a Luis. Éste enloqueció, agarró una escopeta y... Bueno, está contado en su libro, excelente, "Cómo sobrevivir a seis historias de amor" y quizá, también, pues no lo recuerdo, en sus "Memorias de un liberal psicodélico". Y modélico, me atrevo a añadir.

El pasado viernes por la tarde -o sea: ayer- la Dos volvió a emitir el episodio del programa Negro sobre Blanco ("Leopoldo María Panero - ¿Caso clínico o caso lírico?") (AQUÍ) que grabé en el verano de 1991 con la ayuda de Jaime Chávarri y de Benito Fernández. Voy a pedir a Javier Redondo que cuelgue ese documento televisivo al final de esta entrega de Dragolandia. No sé si eso es posible. Aviso el lector de que es cuento largo. Dura una hora. Pero estoy convencido de que merece la pena verlo. Ya no se hace televisión así.

Ese mismo día había publicado yo en otro rotativo (La Razón), pues en éste nadie me pidió nada, la columna que a continuación transcribo...

EL RUIDO Y LA FURIA

Este réquiem, incómodo para mí, admite muchos títulos. Uno es el que le he puesto. Ya explicaré por qué. Otro sería In nomine patris, pues la sombra del patriarca de la tribu de los Panero gravitó siempre sobre el hijo de Infelicidad Blanc, aunque el poeta que murió ayer, para librarse de esa sombra, para huir del destino atroz que atrapó, inexorable, a todos los miembros de su familia y para matar, en definitiva, a su progenitor, añadió al nombre de éste el de la madre de una divinidad en la que no creía.

Tuve, en los setenta y en los ochenta, bastante trato con él. Intenté ayudarlo. Aguanté sus desplantes. Soporté sus coces. Sonreí ante sus exabruptos. Atendí a su obra. Compartí con él, y con Eduardo Haro Ibars, algún que otro porro y más de una copa. Le dediqué dos programas de televisión: uno en Biblioteca Nacional (vino con su madre. Llevaba un enorme lapo de color verdoso en la solapa de su chaqueta y con él siguió durante todo el programa y el almuerzo que lo remató) y otro en Negro sobre Blanco. Eso -lo segundo- fue ya muy a finales del siglo XX o quizá a comienzos del XXI. Puede verse en Youtube. Merece la pena -tanto como el de la borrachera de Arrabal-, pues en él pasó de todo. Leopoldo María, acompañado por un loquero del manicomio de Las Palmas, se presentó con una enorme bolsa de cocacolas -creo que eran diecisiete-, por si en Prado del Rey no había suficientes existencias para satisfacer su adicción (la tenía), fumó un paquete entero de cigarrillos apagando convulsamente las colillas, respondió con peteneras a todas y cada una mis preguntas y hacia la mitad del programa se fue a mear dejándonos a Jaime Chávarri, a Benito Fernández -autor de El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero- y a quien esto escribe con la palabra en la boca y los ojos fuera de sus órbitas.

En fin... Leopoldo María era así, y nosotros, los de entonces, novísimos incluidos, todo se lo consentíamos. Nació, a raíz de aquel programa, la leyenda de que el poeta difunto y yo éramos amigos casi inseparables. No era cierto. Los locos no tienen amigos. Pasaron muchos años antes de que volviese a verlo. La última vez que lo hice fue en la Feria del Libro de Las Palmas. Leopoldo María seguía bebiendo cocacola a espuertas, fumando como un poseso, echándome el humo a la cara y soltando naderías desprovistas de significado.

Ayudarlo era imposible. El poeta que no fundó Carnaby Street había decidido, como Rimbaud (salvemos las distancias), que su vida entera tenía que ser una estación en el infierno y jamás se apeó del tren que llevaba a ella. Nadie, nunca, consiguió disuadirlo de tan diabólica tentativa.

¿Lo hacía adrede? ¿Era todo aquel malditismo de utillería barata -llegó incluso, durante sus años de París, a alimentarse con lo que encontraba en los cubos de basura... ¡Él! ¡Un Panero!- algo cuidadosamente calculado para suplir con anécdotas ajenas a la literatura el talento literario y el aliento poético de los que, a mi juicio, carecía?

En mis Memorias de un niño raro (Esos días azules) escribí: "Literatura enferma para lectores enfermos. Locos que hacen garabatos para locos. Quien lo está, o finge que lo está, recibe consideración y aprecio por malo que sea lo que escribe (...) Los versos de Leopoldo María Panero son farfolla, jerga ininteligible, a los que cabe aplicar lo que a propósito de la vida dijese Macbeth: Un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada".

Queda así explicado el título y la incomodidad con la que hoy escribo estas líneas.


FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ, El ruido y la furia, Blog Dragolandia de El Mundo, 8 de marzo de 2014 (AQUÍ)


Epstein sobre Sontag


Susan Sontag, como dijo FR Leavis de los Sitwell, pertenece menos a la historia de la literatura que a la de la publicidad. Cualquiera con la menor pretensión intelectual parecía haber oído hablar de ella, sin haberla leído. Fuera del mundo del cine y la política, Sontag debe haber sido una de las mujeres más fotografiadas de la segunda mitad del siglo pasado. Alta y llamativa, con un pelo negro espeso que más tarde mostraba una característica raya blanca en la parte delantera, era la bella joven con la que todo estudiante universitario masculino lamentaba no haberse acostado, una fantasía que habría sido difícil de concretar ya que ella era, con solo algún que otro desliz, lesbiana.

Un único ensayo, "Notas sobre lo camp", publicado en Partisan Review en 1964, lanzó la carrera de Susan Sontag, a la edad de 31 años, y la colocó instantáneamente en el Gran Tablero de las reputaciones literarias. La gente habla de ideas cuyo momento aún no ha llegado; el suyo era un talento para promover ideas que llegaban exactamente a tiempo. "Notas sobre lo camp", junto con un ensayo complementario titulado "Contra la interpretación", alardeaban del estilo por encima del contenido: "La idea de contenido", escribió Sontag, "es hoy meramente un obstáculo, un filisteísmo sutil o no tan sutil". También sostuvo que la interpretación era "el enemigo del arte". Sostenía que lo camp, un estilo marcado por la extravagancia, de carácter epiceno, expresaba una nueva sensibilidad que "destronaría lo serio". En su lugar pondría, con casi igual rango, elementos culturales como los cómics, las películas miserables, la pornografía vista con ironía y otras trivialidades.

Estos ensayos llegaron cuando la década de 1960 estaba a punto de alcanzar su tumultuosa culminación y proporcionaron una justificación estética para un repliegue respecto del juicio moral de las obras artísticas y una apertura al hedonismo, al menos en materia estética. "En lugar de una hermenéutica", concluía "Contra la interpretación", Sontag, "necesitamos una erótica del arte". También sostenía que la antigua división entre cultura culta y popular era una pérdida no tanto de tiempo como de perspectivas de disfrute. Con este fin, elogió las películas ("el cine es la forma de arte activa, la más emocionante, la más importante de todas en la actualidad"), así como la ciencia ficción y la música popular.

Estos pronunciamientos culturales, llenos de autoridad y de ricas alusiones, se pronunciaban en mandarín. Se leían como si fueran una traducción, probablemente, si uno tuviera que adivinar, del francés. Habrían sido más impresionantes, por supuesto, si su autora fuera una artista de primera clase. Dios sabe que Susan Sontag se esforzó por serlo. Escribió ficción experimental que nunca llegó a concretarse; más adelante en su carrera escribió ficción más tradicional, pero también llegó muerta a la página.

El problema es que Sontag no se interesaba lo suficiente por los detalles de la vida real, que son la esencia de la ficción, sino sólo por las ideas. También escribió y dirigió películas que no recibieron buenas críticas: yo no las he visto, pero tengo tiempo de sobra para hacerlo, porque hace tiempo que doy por sentado que se proyectan como una función doble permanente en la única sala de cine del infierno.

"La inteligencia", escribió Sontag, "es en realidad una especie de gusto: gusto por las ideas". En su fascinación por las ideas, se asemeja al tipo puro del intelectual. Sin embargo, el problema residía en la calidad de muchas de sus ideas, la mayoría de las cuales no se pueden olvidar demasiado pronto. Sus peores faltas en este sentido se produjeron en la política, donde su especialidad era la expresión extravagante.

Durante la guerra de Vietnam, Sontag viajó a Hanoi como una de esas personas a las que Lenin llamaba "idiotas útiles", es decir, personas de las que se podía esperar que defendieran el comunismo sin ningún interés en investigar la brutalidad que se escondía detrás de él. Allí encontró al pueblo norvietnamita noble y gentil, aunque un poco aburrido y puritano para su gusto. Sin duda, ese viaje la llevó a su más famosa observación tonta, cuando dijo que "la raza blanca es el cáncer de la historia humana", y luego revisó esta opinión al señalar que era una calumnia contra el cáncer. Su opinión sobre Israel era la típica de la izquierda, que era, por supuesto, que era un país racista e imperialista. Todas sus opiniones políticas eran lugares comunes de izquierda, dignas de mención sólo por su declaración extrema sobre ellas.

Algunos podrían pensar que la renuncia de Sontag al comunismo es una excepción a este historial de estupidez política casi perfecta. En un discurso pronunciado en 1982 en el Ayuntamiento de Nueva York, anunció que el comunismo no era más que "fascismo con rostro humano". La observación hizo que los bienpensantes se subieran al muro (que todavía sigue en pie) de Berlín. Otros que habían caído en el sueño del comunismo se habían bajado del tren hacía cincuenta años. ¿Y qué podía haber querido decir Sontag con "rostro humano" para describir un monstruoso sistema de gobierno que en Rusia, Europa del Este, China y Camboya masacró a decenas de millones de personas?

Para redondear su carrera política, cuando las Torres Gemelas fueron destruidas y casi 3.000 personas asesinadas, Sontag escribió en The New Yorker que el ataque fue "contra la autoproclamada superpotencia mundial, llevado a cabo como consecuencia de alianzas y acciones estadounidenses específicas", y que Estados Unidos, en otras palabras, se lo merecía. "Algunas ideas son tan estúpidas", dijo Orwell, "que sólo un intelectual podría creerlas", y Susan Sontag parece haberlas creído todas en un momento u otro.

Sontag era una esteta y sostenía que «la sabiduría que se adquiere a través de un compromiso profundo y permanente con la estética no puede, me atrevo a decir, ser duplicada por ningún otro tipo de seriedad». Sin embargo, algunos podrían argumentar que le dio mala fama al esteticismo y que esto alimentó su estupidez política. A propósito de Sontag, Hilton Kramer señaló: «El esteticismo no es, después de todo, principalmente una filosofía del arte. Es una filosofía de vida». Esta mujer que eludió la moralidad y el juicio en el arte nunca tuvo la menor duda sobre su propia superioridad moral y la rectitud de sus opiniones.

En literatura, el gusto de Sontag por las ideas se inclinaba hacia lo oscuro, lo oblicuo y lo violento. Como dijo Camille Paglia, "convirtió en fetiches a los escritores europeos depresivos". Esto nos recuerda al escritor rumano E. M. Cioran, quien, cuando era joven, sentía una especial debilidad por los escritores que se habían suicidado. Antonin Artaud, Roland Barthes, Samuel Beckett, Walter Benjamin, Elias Canetti y el propio Cioran se contaban entre los escritores sobre los que Sontag escribió con más entusiasmo.

Con entusiasmo, pero no de manera convincente. Walter Benjamin, uno de sus entusiastas, debe estar sin duda entre los escritores más sobrevalorados del siglo XX. París, Berlín, Moscú, Karl Kraus... Benjamin podía hacer áridos los temas más jugosos. En su ensayo sobre Elias Canetti, Sontag señala su admiración por el novelista Hermann Broch y "esas grandes novelas pacientes como 'La muerte de Virgilio' y 'Los sonámbulos'". Cualquiera que haya leído los libros de Broch sabrá que la carga de la paciencia recae principalmente sobre el lector, pues las novelas de Broch, cargadas de longueur, son una prueba más del descubrimiento de Santayana de que los alemanes están completamente desprovistos de la emoción del aburrimiento.

Al final, Susan Sontag puede haber sido más notable como sujeto fotográfico y por la quejumbrosa entrevista, de la que concedió un libro entero (véase "Conversaciones con Susan Sontag"). Fue fotografiada por los mejores en el negocio, en poses sexys, serias, sensuales, inteligentes y sublimemente distantes. Hizo de sirena en mil caras. Su última pareja, Annie Leibovitz, es, apropiadamente, más conocida como fotógrafa de celebridades. El obituario de Sontag en el New York Times estuvo acompañado de no menos de cuatro fotografías, un ejemplo de pastel de queso intelectual.

Si Susan Sontag hubiera sido una mujer menos llamativa cuando era más joven, sus ideas no habrían tenido el alcance que tuvieron. Algo similar podría decirse de Mary McCarthy, otra atractiva escritora, que afirmaba que Sontag era "mi imitación". Hoy, más de seis años después de la muerte de Sontag, no son sus escritos -como prosista no causaba ningún placer- sino solo el fenómeno de Susan Sontag lo que interesa.

Este interés se ve alimentado por "Sempre Susan", unas breves memorias de la novelista Sigrid Núñez, que a los 25 años se convirtió en secretaria de Susan Sontag y amante de su hijo David Rieff. Era el año 1976. Sontag tenía entonces 42 años. La fama de Sontag era tal que se encontraba en la misma situación que Herbert von Karajan, quien, cuando un taxista parisino le preguntó adónde quería ir, respondió: "No importa. Me quieren en todas partes". De hecho, la señora Núñez fue contratada para ayudar con la desbordante correspondencia de Sontag.

"Sempre Susan" registra su relación a lo largo de las tres décadas siguientes y muestra a Susan Sontag en toda su necesidad y vulnerabilidad (sufrió tres episodios de cáncer y murió de leucemia en el tercero), pero de manera aún más enfática en toda su distancia de la realidad. Su estilo doméstico era bohemio, con el temperamento de una diva añadido. Afirmaba no ser egocéntrica, pero ciertamente lo era. Todos sus pensamientos parecían girar en torno a ella misma.

La Sra. Núñez nos cuenta sobre los amoríos de Susan Sontag, en su mayoría con mujeres, pero también con Joseph Brodsky, quien la decepcionó duramente. Sin embargo, ¿cómo podía rechazar a un gran escritor ruso, futuro Premio Nobel, incluso si él sentía que la poesía, que él escribía, era la fuerza aérea y la prosa, que ella escribía, era la infantería?

Estas breves memorias son quizás lo más interesante de la relación de Susan Sontag con su hijo. Como no le gustaba su propia infancia, decidió que su hijo no se preocuparía por la suya y lo trató, desde muy temprana edad, como si fuera un adulto. Cuando era pequeño, lo dejaba durante largos períodos con otras personas, mientras ella viajaba al extranjero. Parece que lo consideraba más un hermano menor que un hijo. Un escritor israelí llamado Yoram Kaniuk, que los conocía bien, afirmó que "ella no era una madre y él no era un hijo".

Sigrid Núñez y David se convierten pronto en pareja, en un acuerdo propiciado por Sontag: "Él era tímido", escribe Núñez. "Ella no". Cuando Sontag se enteró de que Núñez no tomaba ninguna píldora anticonceptiva, temió que los dos pudieran tener un hijo, lo que, según ella, sería un lastre terrible para la carrera de su hijo. Su consejo a la pareja fue que desistieran de la fornicación y practicaran en su lugar (recurro al francés para proteger a los inocentes) el soixante-neuf. Núñez no menciona ni su propia reacción ni la de David a este consejo maternal, pero tengamos la seguridad de que ninguno de los dos respondió: "Caramba, mamá, gracias".

Aunque Sigrid Núñez aprecia la curiosidad de Susan Sontag, su amplia capacidad de lectura, su coraje frente a la mala salud y su independencia, su irrealidad, su irrealidad profunda y permanente, es la impresión final que "Sempre Susan" deja en el lector. A Sontag no le importaba a quién hería los sentimientos. Sus viajes para dar charlas en universidades están plagados de historias sobre su desprecio por el público y su asombrosa insolencia. No se permitía que nadie se interpusiera en el camino de sus deseos o perturbara su sentido de su propia seriedad.

Al final de “Sempre Susan”, Núñez presenta a una mujer llena de remordimientos, no por su trato a los demás, sino por sus propios logros. Aunque sigue confiada en su “valiosa contribución a la cultura y a la sociedad”, desearía haber sido “más artista y menos crítica, más autora y menos activista... No, no estaba contenta con el trabajo de su vida... La verdadera grandeza se le había escapado”. Engañada hasta el final, Susan Sontag no tenía idea de que su verdadero oficio no era la literatura, sino la autopromoción.


JOSEPH EPSTEIN, Un intelectual muy público, The Wall Street Journal, 2 de abril de 2011 (AQUÍ)

Benet sobre Dostoyevski


Repito, con palabras más extensas, lo que ya he dicho a otro periódico para la misma ocasión: Dostoievski no me ha interesado gran cosa y lo tengo olvidado casi por completo; por supuesto que no se me ocurre releerlo ni rellenar los huecos que dejé cuando lo leí en mi juventud. No me divierte ni espero que me enseñe nada. Por si fuera poco, su estilo me parece zafio, exento de toda finura. No creo que se pueda aducir que eso se debe a malas traducciones, pues un estilo con potencia y gracia se transparenta a través de la transcripción más cruel, como se demuestra por las mismas traducciones de sus compatriotas y contemporáneos que escribían con delicadeza, esto es, Turgueniev, Chéjov y Tolstói, por ese orden. Por otra parte, no es de extrañar que la pluma de Dostoievski parezca una escoba. Solo se dedicaba a barrer, fregar; y enjuagar la ropa, labores domésticas en un escenario plagado de mujeres chillonas, visionarios de blusón, ambiciones de casaca, piedad de sotana y -entre tanta miseria- mucha alma seráfica siempre dispuesta a presentar la otra mejilla.

Delicias de un cierto público
Ese tremendismo -si además viene acompañado de la estancia de su autor en Siberia por una temporada- suele hacer las delicias de un cierto público, el mismo en todas las épocas. A mí nada me parece más inelegante -y deshonesto- que explotar las propias lágrimas; todo escritor de fuste a sí mismo se tiene prohibida la piedad y si a eso suma una buena educación jamás se dejará arrastrar al más repugnante de los sentimientos, la autocompasión.

El tiempo, muy explicablemente, ha sido devastador para con Dostoievski. Hace cuarenta años era todavía uno de los genios del siglo XIX, un explorador de los entresijos del alma humana. Hoy es una sombra, un escritor pompier que, sin duda, sigue teniendo sus devotos, esto es, todos aquellos que siguen apegados a la lucha literaria contra la opresión. A mí me parece un sonajero y de nada me congratulo tanto como de la dirección que tomó la mejor literatura del siglo XX, en todo opuesta a la línea marcada por los Dostoievski, Zola & Co.


JUAN BENET, Un estilo exento de toda finura, El País, 28 de enero de 1981 (AQUÍ)

NOTA MARICRÓNICA: Tras la publicación de este artículo, El País publicó dos "Cartas al director" que manifestaban su indignación con su contenido: la de un lector madrileño llamado Luis Medina del Palacio (AQUÍ) y la de un grupo de estudiantes de Filología de la Universidad Autónoma de Madrid (AQUÍ).

Cela sobre Borges


Hay un nombre, Borges. Sí, escribe sobre literatura. Borges, para mí, no tiene la estimación que tiene para los demás. Ahora, estoy dispuesto a admitir que sea la excepción. No creo, en absoluto, que lo que lee el escritor llegue a formar parte de su propia vida y que sustituya en cierto modo a las experiencias. No. Lo que sucede es que eso, si se suma a una serie de características personales, produce un objeto muy adecuado para la sociedad de consumo, y entonces, qué sé yo, el instinto maternal de todas las histéricas del mundo se vuelca sobre un “sieguesito”, “pobresito”, “ansianito”. Eso gusta mucho.


CAMILO JOSÉ CELA, recogido en Lo que dijo en TVE Cela, Centro de Documentación de RTVE, Servicio de Publicaciones de RTVE, Madrid, 1989, pág. 76.