Brodsky sobre Solzhenitsin


Un gran escritor es el que agranda la perspectiva de la sensibilidad humana, el que muestra una oportunidad, una pauta que seguir a quien ya no sabe qué hacer ni adónde ir. Después de Platónov, lo más cerca que estuvo la prosa rusa de producir esa clase de escritor fue con Nadiezhda Mandelstam, con sus memorias, y, en menor medida, con Alexandr Solzhenitsin, con sus novelas y prosa documental. Me permito poner a este gran hombre en el segundo puesto en gran medida por su aparente incapacidad para discernir tras el sistema político más cruel de la historia del cristianismo el fracaso humano, por no decir el del propio credo (¡para que luego hablen del severo espíritu de la religión ortodoxa!). Dada la magnitud de la pesadilla histórica que describe, esa incapacidad en sí misma es lo suficientemente espectacular para que sospechemos una dependencia entre conservadurismo estético y resistencia a la idea de que el hombre es radicalmente perverso. Aparte de la consecuencia estilística para la escritura, la negativa a aceptar dicha idea contribuye a la recurrencia de dicha pesadilla a la luz del día... en cualquier momento.


JOSEPH BRODSKY, fragmento de Catástrofes en el aire, recogido en Menos que uno: Ensayos escogidos, Ediciones Siruela, Madrid, 2006, traducción de Carlos Manzano, pág. 258.

Vidal sobre Mishima


Desde el punto de vista técnico, las novelas de Mishima son poco atrevidas, lo que en modo alguno supone un inconveniente, aunque dice mucho acerca de su obra el que nunca hiciera nada que pudiera considerar completamente propio. Enseguida quedaba satisfecho con modelos familiares, que además no eran los mejores. Es paradójico que sea sólo en su reelaboración de las obras dramáticas No [arte dramático tradicional que combina teatro, danza, música y poesía] cuando Mishima parece "original", brillante y audaz en lo que a sus efectos respecta, como Ibsen en sus mejores momentos. Lo que queda como recuerdo de sus novelas no son más que obsesiones carnales y ensueños sádicos: de forma invariable, el muchacho bien amado sangra, mientras el marinero que perdió la gracia del mar (la naturaleza de su gracia nunca queda del todo clara) es descuartizado por un grupo de jóvenes pubescentes. Las conversaciones sobre arte son a menudo interesantes, aunque rara vez llegan a la brillantez (en la novela norteamericana no hay conversaciones acerca del arte, una virtud negativa, pero virtud al fin y al cabo).

En la obra de Mishima, tras pasar por el filtro de sus traductores, no hay humor, y apenas ingenio; se observa cierta ironía, pero al estilo de W. Somerset Maugham... las cosas no son lo que parecen, las personas respetables esconden vicios. Por cierto, a aquellos que creen que la cultura japonesa es densa, portentosa, sangrienta y dada a los rituales (en otras palabras, como las películas japonesas de samurais), hay que advertirles que ni siquiera los fundadores de la prosa literaria japonesa (la dama Murasaki y Sei-Shonagon) tenían un ingenio muy profundo. En el caso de Sei-Shonagon, más bien lo contrario.

Mishima, el escritor más famoso y atareado de Japón, dejó, no un jardín, sino todo un paisaje de flores artificiales; a pesar de Mishima, la flor artificial es tan perecedera como la auténtica. Lo único que ocurre es que el desaguisado es mayor cuando se intenta reciclarla. Tengo la sospecha de que una buena parte de su aburrimiento con las palabras tenía que ver con una temperamental falta de interés en las mismas. Las novelas apenas si ofrecen un desarrollo particular con el paso de los años, y muy poca variedad. En libros posteriores, la obsesiones tienden a adueñarse de todo, lo que nunca basta (si bastara, el marqués de Sade sería tan grande como afirman los enemigos del arte).

Mishima fue un artista menor en el sentido de que, como nos dice Auden, una vez que el artista menor "ha alcanzado la madurez y se ha encontrado a sí mismo, deja de tener historia. El gran artista, por otra parte, siempre se está encontrando a sí mismo, de modo que la historia de sus obras recapitula o refleja la historia del arte". Incapaz o reacio a cambiar su arte, Mishima cambió su vida a través del sol, el acero y la muerte, y de ese modo se convirtió en una figura artística con mayúsculas en el único modo en que —me temo— son capaces de entenderlo nuestros contemporáneos: no a través de la obra, sino mediante la vida.


GORE VIDAL, fragmento de "La muerte de Mishima", publicado originalmente el 17 de junio de 1971 en The New York Review of Books, recogido en Ensayos (1952-2001), Edhasa, Barcelona, 2007, traducción de Eduardo Iriarte, págs. 407-409.

Némirovski sobre Corneille


PREGUNTA: ¿Corneille o Racine? ¿Cuál de los dos la emociona más?
IRÈNE NÉMIROVSKI: Nunca me ha gustado Corneille, lo confieso. Por Racine siento una admiración ferviente; daría todo Corneille por Atalía, por ejemplo.


IRÈNE NÉMIROVSKI, respuestas a L'Intransigeant, 2 de septiembre de 1930, recogido en Cartas de una vida, Salamandra, Barcelona, 2024, traducción de José Antonio Soriano Marco, pág. 465.

Dalton sobre Borges


DE UN REVOLUCIONARIO A J. L. BORGES

Es que para nuestro Código de Honor,
usted también, señor, fue de los tantos lúcidos que agotaron la infamia.
Y en nuestro Código de Honor
el decir: «¡qué escritor!»
es bien pobre atenuante;
es, quizás,
otra infamia...


ROQUE DALTON, Antología, Editorial Txalaparta, 1995, págs. 138 y 140.

Benedetti sobre Lezama Lima


Lezama Lima siempre ha sido altamente estimado, a nivel latinoamericano, por una élite intelectual que a menudo se envanece de su propia admiración, como si el mero hecho de entender a Lezama les otorgara una patente de talento y erudición. Primer malentendido. Si bien Lezama es —de ello no cabe duda— un poeta difícil, solo en raras ocasiones resulta absolutamente impenetrable.

Quizá deba empezar por admitir que, cuando en algún reportaje me preguntan por mis poetas, nunca incluyo a Lezama Lima. Siempre he hallado que se levanta un muro entre su poesía y mi atención de lector, pero ese muro no es precisamente el hermetismo, sino cierta extraña sensación de que la poesía es en él una empresa estrictamente privada, un enfrentamiento entre esa mirada fija o retador desconocido, que, según Lezama, es la poesía, y el poeta que acepta su reto y la resiste. 


MARIO BENEDETTI, fragmento de Lezama Lima, más allá de los malentendidos, artículo de 1976 recogido en El ejercicio del criterio, Alfaguara, 1995, Madrid, pág. 242.

NOTA DE LA ADMINISTRACIÓN: Sin embargo la consideración general que la obra de Lezama Lima merece a Benedetti es muy positiva (AQUÍ)

Monterroso sobre Musil


JORGE RUFFINELLI: Una vez te oí decir que no te gusta Musil, en presencia de García Ponce. ¿Lo hiciste para polemizar con él, que es muy musiliano, o bien así lo sientes?
MONTERROSO: Supongo que lo hice para conversar más a gusto. Pero en realidad nunca pude comprender a Musil, o mejor dicho, sentir a Musil. Intenté con buen ánimo leer El hombre sin cualidades. Las primeras cincuenta páginas me parecieron fascinantes, las segundas también, y pensé que pasaría lo mismo con el resto. Desgraciadamente a partir de ahí me di cuenta de que era siempre igual, siempre igual, y de que él sabía que era irónico. [...] En cualquier texto, satírico o no, puede entrar la ironía, pero como recurso literario, no como característica personal, y menos consciente, del autor. ¿Te imaginas lo ridículo que habría sido si Cervantes en su autorretrato hubiera dicho: este que veis aquí, de rostro aguileño, de espíritu irónico, etc? Me pareció que Musil casi lo decía.


AUGUSTO MONTERROSO, Viaje al centro de la fábula, Alfaguara, Madrid, 1999, págs. 28 y 29.

Bolaño sobre Allende, Mastretta y Serrano


PREGUNTA: ¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?
ROBERTO BOLAÑO: No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.

PREGUNTA: ¿Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora?
ROBERTO BOLAÑO: Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano. Los años luz que median entre una y otra.


ROBERTO BOLAÑO, fragmento de Estrella distante: la última entrevista a Roberto Bolaño, Mónica Maristain, julio de 2003, publicada originalmente en Play Boy México y Página/12 de Argentina. Toda la entrevista AQUÍ.

Jong sobre Morrison


Desearía que Toni Morrison, una escritora deslumbrante y un gran ser humano, hubiera ganado el premio Nobel solo por su excelencia a la hora de poner una palabra detrás de otra. Estoy encantada con su elección, pero sospecho que su premio no fue motivado únicamente por consideraciones artísticas. ¿Por qué el arte en sí mismo no puede ser suficiente? ¿Debemos usar también al artista como muestra de progresismo?


ERICA JONG, recogido por Hilton Als en el artículo Ghots in the house, New Yorker, 27 de octubre de 2003. Todo el artículo AQUÍ.

Breton sobre Camus


¿Qué es ese fantasma de rebelión que Camus se esfuerza por acreditar y detrás de qué se cobija? A una rebelión en la que se haya introducido la medida, a una rebelión vaciada de su contenido pasional, ¿que puede quedarle? No dudo de que muchos se dejen engañar con semejante artificio: se ha conservado la palabra y se ha suprimido la cosa.


ANDRÉ BRETON, recogido por ALAIN FINKIELKRAUT en "Aquí están los míos, mis maestros, mi linaje...": Lectura de El primer hombre, de Albert Camus, incluido en Un corazón inteligente, Alianza Editorial, Madrid, 2010, traducción de Elena M. Cano e Íñigo Sánchez-Paños, págs. 83 y 84.

NOTA DE LA ADMINISTRACIÓN: Breton formula esta crítica a raíz de la publicación de "El hombre rebelde", donde Camus sostiene que la rebelión es propia del que "se contiene", hermana del límite y la medida.

Proust sobre Balzac


En la actualidad se pone a Balzac por encima de Tolstói. Es locura. La obra de Balzac es antipática, gesticulante, llena de ridiculeces, la humanidad es juzgada en ella por un hombre de letras deseoso de hacer un gran libro, en Tolstói por un dios sereno. Balzac llega a dar la impresión de lo grande, en Tolstói todo es naturalmente más grande, como los cagajones de un elefante al lado de una cabra.


MARCEL PROUST, fragmento de León Tolstói, escrito en ¿noviembre de 1910?, recogido en Escribir: Escritos sobre arte y literatura, Páginas de Espuma, Madrid, 2022, traducción de Mauro Armiño, pág. 155.

Achebe sobre Conrad


Joseph Conrad era un completo racista. Que esta simple verdad sea pasada por alto en las críticas a su obra se debe al hecho de que el racismo blanco contra África es una forma tan habitual de pensar que sus manifestaciones pasan completamente desapercibidas. Los estudiosos de "El corazón de las tinieblas" a menudo le dirán que Conrad no se preocupa tanto por África como por el deterioro de una mente europea provocado por la soledad y la enfermedad. Dirán que en el relato Conrad es, en todo caso, menos caritativo con los europeos que con los nativos, que el propósito del relato es ridiculizar la misión civilizadora de Europa en África. Un estudioso de Conrad me dijo en Escocia que África no es más que un escenario para la desintegración de la mente del señor Kurtz.

Lo cual es, en parte, el asunto. África como escenario y telón de fondo que elimina al africano como factor humano. África como un campo de batalla metafísico desprovisto de cualquier humanidad reconocible, donde el europeo errante entra por su cuenta y riesgo. ¿Es que nadie puede ver la absurda y perversa arrogancia en reducir así a África al papel de puntal de la ruptura de una mente europea mezquina? Pero ese ni siquiera es el punto. La verdadera cuestión es la deshumanización de África y de los africanos que ha fomentado y sigue fomentando esta actitud secular en el mundo. Y la pregunta es si una novela que celebra esta deshumanización, que despersonaliza una parte de la raza humana, pueda ser llamada una gran obra de arte. Mi respuesta es: no, no puede.


CHINUA ACHEBE, fragmento de «Una imagen de África: racismo en “El corazón de las tinieblas” de Conrad», publicado originalmente en inglés en The Massachusetts Review, 1977, recogido por la Revista Tabula Rasa, Nº 20, Bogotá, 13-25, enero-junio de 2014, traducción de Cristóbal Gnecco, pág. 20.

Russell sobre Nietzsche


Nietzsche no se cansa nunca de menospreciar a las mujeres. En su obra seudo-profética "Así hablaba Zaratustra", dice que las mujeres no son, todavía, capaces de amistad; son aún gatos, o pájaros o, a lo más, vacas. «Los hombres deben ser adiestrados para la guerra y las mujeres para el recreo de los guerreros. Toda otra cosa es tontería». El recreo del guerrero ha de ser de una forma peculiar si hemos de confiarnos en su enfático aforismo sobre este particular: «¿Vas con una mujer? No olvides el látigo». 

No siempre es tan feroz, aunque siempre es igualmente desdeñoso. En "La voluntad de Poder" dice: «Nos complacemos en la mujer como quizá la más exquisita, delicada y etérea clase de criatura. ¡Qué gusto es encontrar criaturas que sólo tienen en la cabeza bailes, tonterías y finuras! Ellas han sido siempre la delicia de toda alma varonil tensa y profunda». Sin embargo, incluso estas gracias sólo se encuentran en las mujeres mientras son mantenidas en orden por hombres varoniles; tan pronto logran alguna independencia se vuelven intolerables. «La mujer tiene muchos motivos para avergonzarse; en la mujer hay mucha pedantería, superficialidad, suficiencia, presunciones ridículas, licencia, e indiscreción oculta… que hasta aquí ha sido en realidad mejor refrenada y dominada por el miedo al hombre». Así habla en "Más allá del bien y del mal", donde añade que debíamos considerar a las mujeres como una propiedad, como los orientales. Todo su juicio sobre las mujeres es ofrecido como una verdad axiomática; no está respaldado por pruebas históricas o por su propia experiencia, que, en lo que respecta a las mujeres, casi se redujo a su hermana.

[...] Su opinión de las mujeres, como la de todos los hombres, es una objetivación de su propia emoción respecto a ellas, que es claramente una sensación de temor. «No olvides tu látigo», pero de cada diez mujeres, nueve le hubieran arrebatado el látigo, y él lo sabía, por lo que se apartaba de ellas, curando su vanidad herida con observaciones desagradables. 


BERTRAND RUSSELL, Historia de la filosofía occidental, RBA, 2005, traducción de Julio Gómez de la Serna & Antonio Dorta.

Taleb sobre Sontag


Siempre recordaré mi encuentro con la escritora Susan Sontag, en gran medida porque ese mismo día conocí a otro icono cultural, el gran Benoît Mandelbrot. Ocurrió en 2001, dos meses después del 11-S, en una emisora de radio de Nueva York. Sontag sintió curiosidad por un tipo que «estudia el azar» y vino a verme después del programa. Cuando descubrió que yo era un agente de inversiones, me soltó que ella estaba «en contra del sistema de mercado», y acto seguido me volvió la espalda dejándome con la palabra en la boca, simplemente para humillarme, mientras su asistente me miraba como si yo fuera un asesino confeso de niños pequeños. Para olvidarme del incidente y poder justificar de algún modo su comportamiento, me imaginé que vivía en una especie de comuna rural, donde cultivaba sus propias verduras, escribía con papel y lápiz, practicaba el trueque; en fin, la clase de cosas que se hacen en una comuna.

Pero no, resulta que no cultivaba verduras. Dos años después, encontré su obituario por mera casualidad (he esperado una década y media para comentar el incidente porque no deseaba hablar mal de la difunta). En el mundo editorial se quejaban de su codicia: a su editor, la casa Farrar, Straus and Giroux, le había sacado millones de dólares por una novela. Vivía junto con su novia en una mansión de Nueva York, que más tarde se vendió por 28 millones de dólares. Probablemente creía que insultar a la gente con dinero le daba una aureola de santa inmaculada, eximiéndola de jugarse la piel.


NASSIM NICHOLAS TALEB, Jugarse la piel, Paidós, 2019, traducción de Francisco Rodríguez Esteban.

Palahniuk sobre los escritores que proceden de lugares académicos


En el primer taller de escritura al que asistí, era obligatorio leer El arte de escribir novelas de John Gardner, del que nunca hablamos y al que no nos referimos de ninguna manera. Gracias a Dios. Sus alusiones constantes a la literatura clásica me dejaban fuera. He descubierto que la mayoría de los escritores pertenecen a una de dos categorías. La primera viene del mundo académico, con textos recargados y sin apenas ímpetu argumental ni dinamismo. La segunda categoría de escritores viene del periodismo y usa un lenguaje simple y claro para contar historias llenas de acción y de tensión.

Mi licenciatura es en Periodismo. Mi método, periodístico. En vez de a John Donne, me dediqué a leer a Jacqueline Susann. Hay más gente bien leída en materia de literatura popular, y yo quería que este libro atrajera a gente que se agobia con libros como el de Gardner. Asimismo, la narrativa que sugiero aquí consiste en su mayor parte en colecciones de relatos y novelas cortas. Es más fácil entender cómo funciona la narrativa breve. Puedes tener el relato entero en la cabeza y descubrir el propósito de cada palabra.

En orden alfabético, los libros son:

ACID HOUSE de Irvine Welsh
AIRSHIPS de Barry Hannah
CAMPFIRES OF THE DEAD de Peter Christopher
CATEDRAL de Raymond Carver
CUENTOS COMPLETOS de Amy Hempel
EL PÚGIL EN REPOSO de Thom Jones
ESCLAVOS DE NUEVA YORK de Tama Janowitz
GENERACIÓN X de Douglas Coupland
HIJO DE JESÚS de Denis Johnson
INVITADO DE HONOR de Joy Williams
LA LOCURA DE AMAR LA VIDA de Monica Drake
LA NOCHE EN CUESTIÓN de Tobias Wolff
LEJOS DE NINGUNA PARTE de Nami Mun
LOS BOYS de Junot Díaz
LOS CONFIDENTES de Bret Easton Ellis
LUGARES REMOTOS de Tom Spanbauer
SE ACABÓ EL PASTEL de Nora Ephron
THE ICE AT THE BOTTOM OF THE WORLD: STORIES de Mark Richard
THROUGH THE SAFETY NET: STORIES de Charles Baxter.


CHUCK PALAHNIUK, Lista de lecturas: Narrativa, recogido en Plantéate esto: Momentos de mi vida como escritor que lo cambiaron todo, Random House, 2022, traducción de Javier Calvo.


Russell sobre Aristóteles


Aristóteles mantenía que las mujeres tienen menos dientes que los hombres; aunque estuvo casado dos veces, jamás se le ocurrió comprobar tal afirmación examinando la boca de sus esposas. También decía que los niños serían más sanos si eran concebidos cuando soplaba viento Norte. Uno deduce que las dos señoras de Aristóteles habrían de apresurarse todas las noches a salir y mirar la veleta, antes de irse a la cama. Afirma que el hombre mordido por un perro rabioso no se vuelve rabioso, pero sí cualquier otro animal; que la mordedura de musaraña es peligrosa para el caballo, especialmente si la musaraña está embarazada; que los elefantes víctimas de insomnio pueden ser curados frotándoles los hombros con sal, aceite de oliva y agua caliente, y así sucesivamente. No obstante, los cínicos directores de colegio, que jamás han observado un animal, excepto el gato y el perro, continúan elogiando a Aristóteles por su fidelidad a la observación.


BERTRAND RUSSELL, El impacto de la ciencia en la sociedad, Aguilar, 1967, traducción de Juan Novella Domingo.

Capote sobre Frost


PREGUNTA: Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «Un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
TRUMAN CAPOTE: Dios me libre de tan degradante encargo. Pero si así fuera…, mmm, veamos. Robert Frost, el laureado poeta americano, sería un personaje bastante memorable. Un auténtico cabrón, como ha habido pocos. Le conocí cuando yo tenía dieciocho años; al parecer no me consideró un adorador lo bastante humilde del altar de su ego. De cualquier modo, le envió una carta difamatoria a Harold Ross, el difunto director del New Yorker, donde entonces yo trabajaba, e hizo que me despidieran del primer y último trabajo con horario fijo que he tenido. Quizá me hizo un favor, pues entonces me puse a escribir mi primer libro, Otras voces, otros ámbitos.


TRUMAN CAPOTE, fragmento de Autorretrato (1972), incluido en Los perros ladran, Anagrama, Barcelona, 1999, traducción de Damián Alou.

Borges sobre Dostoyevski


JUAN JOSÉ SAER: ¿Y de Dostoievsky, Borges? ¿Cuál es la imagen que usted tiene?
BORGES: Yo lo creí alguna vez el único. Y releí muchas veces Crimen y castigo y Los poseídos. Luego, en medio de mi entusiasmo, comprendí que me costaba mucho distinguir un personaje de otro. Que todos se parecían bastante a Dostoievsky y que eran personas que parecían gozar en la desventura ¿no?, y eso me desagrada. Entonces dejé de leerlo y no me sentí desmejorado por esa ausencia.


JORGE LUIS BORGES, fragmento de "Jorge Luis Borges y Juan José Saer: El patetismo de la novela", conversación mantenida el 15 de junio de 1968 en Santa Fe, recogido por Pilar Bravo & Mario Paoletti en Borges verbal, 1999, Emecé Editores.

Pamuk sobre la literatura comprometida


ENTREVISTADOR: Cuando dice «la generación previa», ¿a quiénes se refiere?
ORHAN PAMUK: A autores que sentían una responsabilidad social, autores que sentían que la literatura debía servir a la moral y a la política. Eran realistas planos, no experimentales. Como los escritores de tantos países pobres, desperdiciaron su talento intentando servir a su nación. Yo no quería ser como ellos porque incluso de joven había disfrutado con Faulkner, Virginia Woolf y Proust, y nunca aspiré al modelo social-realista de Steinbeck y Gorky. La literatura producida en los sesenta y setenta empezaba a dejar de estar de moda, así que fui bien recibido como autor de una nueva generación.


ORHAN PAMUK, fragmento de la entrevista concedida a Paris Review recogida en Otros colores, Random House Mondadori, Barcelona, 2008, traducción de Rafael Carpintero, pág. 421.

Volpi sobre Bolaño


Voy a decir algo que los fanáticos de Bolaño no me van a perdonar: a mí no me gustan los cuentos de Bolaño; es más, creo que Bolaño no era muy buen cuentista, aunque tenga un par de cuentos memorables. Confieso que siempre he tenido la impresión de que los cuentos de Bolaño al igual que, en otra medida, sus poemas, eran con frecuencia esbozos o apuntes para textos más largos, para la distancia media que tan bien dominaba y para las distancias largas que dominaba como nadie. Por eso me parece un despropósito continuar destripando su computadora para publicar no solo los textos que el propio Bolaño nunca quiso publicar, sino incluso fragmentos, cuentos y poemas truncados, pedacería que en nada contribuye a revelar su grandeza o que incluso la estropea un poco —como si cada línea salida de la mano de Bolaño fuese perdurable.


JORGE VOLPI, fragmento de Bolaño, epidemia, recogido en Mentiras contagiosas, Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2008, págs. 245-246.


NOTA DE LA ADMINISTRACIÓN: Pero la valoración que la obra de Bolaño le merece a Volpi es ampliamente positiva (AQUÍ)

Borges sobre Baroja


Pío Baroja es un viejo y tenaz enemigo de América. Dispersos en su vasta obra hay más de cuatro conceptos hirientes, injustos y agresivos contra los americanos, y esto, aunque parezca o pueda parecer paradójico, es un motivo bastante serio para que la crítica de cualquiera de los países de América arroje de cuando en cuando una mirada sobre los libros de Baroja.

Amigos y enemigos, son en realidad, nuestro pro y nuestro contra, pero ambos nuestros. El indiferente está más lejos de nosotros que el enemigo. A este pequeño condimento que puede atraer nuestra atención hacia Baroja, se une en su última novela Los visionarios, el interés de un tema de actualidad palpitante en todo el mundo-, la cuestión agraria y campesina. Baroja la observa y analiza, adelantemos que muy mal, y hasta grotescamente, en los campos de Andalucía. ¿Está capacitado Pío Baroja para interpretar y comprender semejante hecho en el terreno de la realidad española o en el de cualquier otro país? Después de haber leído Los visionarios no es necesario vacilar mucho para responder con una negación rotunda. Pero en rigor, tratándose de un novelista y no de un economista, podría pasarse por alto su incomprensión de la realidad y las proyecciones del fenómeno social, siempre que al menos nos diera de él una visión viviente, rica de sugerencias, animada. Por el contrario, la visión que nos da Baroja del movimiento social en Andalucía es, o boba o siniestra. Los dirigentes obreros que desfilan por las páginas de Los visionarios (que desfilan en toda la acepción de la palabra, pues no hacen más que pasar por allí), cuando no son bandidos reales y verdaderos lo parecen de un modo enteramente sospechoso. Dado el terreno sobre el que se desliza la novela, pudo tener una vitalidad intensísima. Pero Baroja está ya, por lo visto, demasiado viejo. Todos sus defectos se han centuplicado con los años. Su estilo es de tal manera seco, árido y desagradable, que se creería estar leyendo, no una novela, sino un informe comercial. Los tres protagonistas, si se puede hablar de protagonistas, en algo que carece totalmente de trama, se trasladan monótonamente de un punto a otro de Andalucía, y en cada uno de los pueblos de tránsito, solicitan y reciben, acerca de la localidad, escrupulosos informes, pedidos y satisfechos con una minuciosidad de notario. En los momentos (escasos) en que no requieren o reciben informes, Fermín, Anita y Michel, conversan de cosas desprovistas de interés. Y como al fin Baroja sospecha que todos deben estar ya muy aburridos de tan simpáticos amigos, nos obsequia con un cuento final, acerca de unas pobres señoritas pueblerinas arruinadas por la revolución, y que para colmo de males se ven víctimas de los ataques desatados contra ellas por un pícaro salido de su propia familia. (Este pícaro, naturalmente, es comunista.) Se nos olvidaba agregar que al comienzo, en el libro I, asistimos a una conversación en la antesala de un enfermo, entre varios aristócratas y su médico, en la que se habla de los ex reyes de España, así como también de algunos otros pequeños episodios semejantes. Ninguno de los personajes vuelve a figurar ni desempeña el más mínimo papel en los seis libros restantes de la obra. Y ¿a qué seguir? Con lo poco que llevamos dicho basta para comprender que no solamente entre nosotros se escriben libros a base exclusiva de palabras, aunque no haya nada que decir con ellas. 

Revista Multicolor de los Sábados, N° 10, 11 De Octubre De 1933


JORGE LUIS BORGES, Obras, Reseñas y Traducciones Inéditas, Atlántida, Buenos Aires, 1999, edición de Irma Zangara, págs. 126 y 127.

NOTA: Uno de esos "más de cuatro conceptos hirientes, injustos y agresivos contra los americanos"  de que habla Borges se puede leer en el siguiente fragmento barojiano de Juventud, egolatría (AQUÍ)